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domingo, 15 de abril de 2012

La crisis del Titanic y el hundimiento del capitalismo


            Ayer se cumplieron 100 años del momento en el cual el más famoso transatlántico del siglo XX se estrelló con un Iceberg a las 11 de la noche, pasadas las dos de la mañana del día 15 de abril de 1912 asomó por última vez su majestuosa figura fuera del mar. Pero aquello que hace de éste el suceso naval más famoso del siglo XX y quizás el más conocido de la historia en su tipo, no es la cantidad de fallecidos sino las implicaciones con respecto al sentimiento de superioridad constructiva y tecnológica con la que abrió y cerró el siglo pasado.
            En el naufragio se produjeron 1517 víctimas, según se menciona la tragedia marítima de mayor envergadura en tiempos de paz. El hundimiento del Wilhelm Gustloff dejó cerca de 9343 fallecidos, siendo cualitativamente superior, por debajo de este hay otros hundimientos que se produjeron bajo el mismo contexto, la operación Aníbal, que consistió en el desalojo de Prusia Oriental y Polonia en el marco de la Segunda Guerra mundial. Estos datos permiten comprender las significaciones del caso Titanic y quizás desmitificarlo un poco.
            La fama del suceso, se debe especialmente al significado del hundimiento en su viaje inaugural de uno de los barcos más grande de su época, no el más grande porque medía lo mismo que el RMS Olympic, pero sí el más lujoso e imponente símbolo de la majestuosidad y poderío tecnológico de la sociedad occidental en el comienzo de un nuevo siglo. Se hundió sin remedio aquel del que se pensaba sería imposible tal cosa. Estos hechos llevan con frecuencia a reflexionar sobre la prepotencia, la inclemencia de la naturaleza, la soberbia humana y las ambiciones desbordadas, pero no es sobre esos lugares comunes sobre los que centraré mi análisis, quiero permitirme hacer uno de carácter sociopolítico.
            Suele leerse sobre la tragedia, que no tuvo distingos de clase, que murieron los pasajeros de primera, segunda y tercera clase por igual. Muy pocas veces se escucha un reclamo con relación a esto o una afirmación contraria. En días recientes el director David Cameron sostenía que el Titanic representa una metáfora de la sociedad mundial actual, un microcosmos del mundo de la época y del contemporáneo. Tomaré esa afirmación para hacer de este suceso una metáfora social.
            En el barco viajaban sectores representativos de la sociedad europea de la época y que lo son de nuestra vida actual, divididos socialmente en clases, se les colocaba en espacios destinados de este modo: la primera clase, cercana a la  parte superior y con acceso a la piscina, el gimnasio y un gran salón donde disfrutar de comidas y música entre otras cosas; la segunda clase, que es más compleja de caracterizar, se ubicaba al medio en habitaciones bastante pequeñas y con pocas comodidades; la tercera clase se encuentra al fondo del barco, casi encima de los trabajadores y con nulas posibilidades de disfrute del viaje.
Camarote primera clase
 El costo del boleto de primera clase era de 3.100 dólares lo que por supuesto limitaba el número de pasajeros, además de caracterizar la constitución este grupo por personas de la alta burguesía y algunos miembros de la realeza, que viajaban con el objetivo de participar en semejante suceso, llevando consigo a los miembros de sus familias. A diferencia de éstos, el costo del boleto para tercera clase era de 33 dólares, lo que no deja de ser poco accesible para las personas pobres, que abordaron el barco en su mayoría buscando emigrar hacia Estados Unidos, por lo que muchos iban también con su familia. Por otro lado, se encuentran los trabajadores del barco y tripulación, también perteneciente a las clases bajas.
            De la totalidad de los 329 pasajeros de la primera clase sobrevivieron 199, lo que representa el 60%, fallecieron sólo 4 mujeres y 1 niño. De la tercera clase fallecieron 536 de los 710 a bordo, salvándose nada más que 170 representando un del 25%, los detalles son imposibles de obtener debido a que no hubo un tratamiento cuidadoso sobre los fallecidos. Se contaba con 20 botes salvavidas con una capacidad total para cerca de 1200 personas, casi la mitad de los que se encontraban a bordo, debían ser llenados hasta con 60  personas pero abordaron un promedio de 35 por bote.
Reproducción camarote de tercera clase
            Estas cifras muestran que planificado o no, hubo una actuación por parte de la tripulación que permitió salvar la mayor cantidad de pasajeros de la primera clase, quizás sabiendo las limitaciones en número de los botes salvavidas. Incluso posteriormente el tratamiento de los cuerpos se dio bajo un sesgo clasista, la mayoría de los cuerpos se recuperaron en función de la vestimenta que llevaban, en algunos casos sólo se recogían aquellos que pudieran identificarse con la primera clase; de igual modo fueron colocados con respecto a su condición social, la primera clase recibió ataúdes, mientras que la tercera y segunda bolsas de lona. Claro, unos viajaban por placer y lujo, otros por una urgente necesidad material.
            De ese modo, el Titanic muestra un microcosmos, representación de un sistema en el cual por encima de la “universalidad de la persona humana” se encuentra el sector social, el dinero con el que se paga el viaje, la clase social a la que se pertenece; lo que determina por supuesto cuál será el lugar que toque una vez que el sistema se dirija irremediablemente a su destrucción. Cabría recordar otra metáfora cinematográfica de este tema, el carácter de clase detrás de 2012 y cómo se maneja el tema de la salvación de la humanidad.
              Así como el Titanic se dirigías a toda velocidad hacia un iceberg, que se consideraba inofensivo ante el poder y la fuerza del barco; hoy el sistema capitalista se encamina apresuradamente hacia las condiciones de su propio hundimiento, el acelerado crecimiento de la pobreza y la desigualdad social, el aumento de una deuda impagable y por sobre todas las cosas la imposición de la economía financiera por encima de la economía real. Al igual que en el caso del transatlántico, la crisis producida por una incorrecta dirección y administración conducirá a que sus consecuencias las paguen los más pobres para permitir que la mayor cantidad de ricos se salven, nada más basta ver a quien afectan las medidas económicas tomadas por los políticos. Pero hay una diferencia con el 15 de abril de 1912, los capitanes, arquitectos y dueños del sistema no tendrán la dignidad de hundirse con su creación. Si el capitalismo se hunde abandonemos el barco!

Manuel Azuaje Reverón.




 




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