Se
observa frecuentemente en los medios de comunicación dominantes, televisivos e
impresos, así como en las redes sociales, las fuertes críticas a la cultura
islámica por su trato a las mujeres y el papel que se les asigna dentro de
algunos países árabes. Se financian grupos por parte de algunos Estados
europeos, se promueven movimientos y acciones de protesta. La campaña pasa por
la invisibilización de todo el fenómeno cultural, desde la cual no se invita a
estudiar a profundidad los procesos históricos, formando parte de lo que Edward
Said denominó “Orientalismo”. Más no se trata de negar la existencia de un tema
ético, ya que no hay estructura cultural que justifique la violencia contra la
vida.
Basta desenmascarar la intensión
directa de criminalizar al otro a través de la construcción y promoción
continuada de una imagen negativa, por medio de la cual se justifica una batalla
civilizadora contra las sociedades diferentes, que siendo ajenas tienen formas
culturales milenarias a las que habría que comprender en toda su dimensión. Son
los mismos recursos con los que hace mil años se justificaba la campaña santa
de las cruzadas evangelizadoras, que ahora llevan las banderas de la
“democracia” y el “desarrollo”.