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jueves, 30 de mayo de 2013

¿Chisme tumba gestión?




La dinámica de los días posteriores a las elecciones estuvo marcada por el conflicto provocado por la oposición, el desconocimiento de los resultados, la violencia, y el asesinato de militantes del chavismo. Eso significó que en el inicio, el gobierno constitucional de Maduro se mantuviera en una actitud de respuesta a la agenda establecida por la derecha.
De ese modo, la agenda nacional resultó implantada por la práctica y discurso de la oposición. Esta situación fue denunciada por muchos sectores internos de la revolución, ya que la oposición ocupó un espacio que no le pertenece, habiendo tenido que bailar al ritmo de Chávez durante todo su gobierno. Lograr mantener esa dinámica que establecía Chávez es estratégicamente fundamental.
Pepe Mujica nos advertía recientemente que hay que dejar de prestar tanta atención a las polémicas discursivas y concentrarse en trabajar con fuerza en la gestión. Esa clave parece haber sido tomada en cuenta por el presidente Maduro, que luego de combatir la inestabilidad política durante dos semanas, logra a través del lanzamiento  del gobierno de calle poner en el centro nacional el tema de la eficiencia y la práctica de gobierno.
El gobierno de calle como nueva forma revolucionaria de gestión arranca siendo invisibilizado por toda la prensa y televisión privada, pero logra con el tiempo y el trabajo desgastar la política comunicacional opositora. Empiezan Maduro y el ejecutivo a marcar la pauta nacional, porque inciden directamente en la vida cotidiana al trasladar el gabinete a lo local.
Finalmente, el lanzamiento del plan patria segura termina de lograr que el gobierno revolucionario retome su papel, empieza Maduro a establecer el ritmo de la política nacional, lo cual significa que se pone en jaque a la oposición, especialmente a un Capriles ignorado. Se alcanza cierta sensación colectiva de estabilidad, que no significa la desaparición de todos los problemas, pero la tensión acumulada luego de las elecciones se disipa. Basta ver el manejo del tema del acaparamiento y la escasez.
La oposición desesperada se juega una carta, sabiendo que a los venezolanos nos encantan dos cosas, las teorías de conspiración y los dramas noveleros. Decide montar un show que consiste en sacar un audio en el que supuestamente Mario Silva “destapa” la corrupción interna en el alto gobierno. Hay que pensar y preguntarse por el momento en el que esto se hace, además de la forma como se hizo.
La oposición busca retomar esa posición desde la cual determina las matrices de opinión y los temas que se discuten, además de mantener una situación de angustia en la población, esto lo hace partiendo del conocimiento de “la psicología de las masas”. Prepara un escándalo, un gran chisme que pone a las personas a girar en torno a la especulación sobre el tema. Hay que ver cómo comunicacionalmente pretendían capitalizar la jugada, así como los otros pasos en el plan macro de desestabilización.
Lo fundamental es que nosotros sepamos estratégicamente los modos de consolidar la hegemonía política y comunicacional, tal como la tenía Chávez, lo cual pasaría por pensar la manera en que se responde a la situación. Se trata de no retroceder y no permitir que planes a largo plazo se lleven a cabo. Hay que impedir que el chisme tumbe la gestión.
Si fue la gestión, el trabajo del gobierno desplegado en la calle, lo que puso en jaque a la derecha, toca seguir avanzando en ese sentido, consolidar el gobierno de calle y seguir de cerca los logros en materia de seguridad. Esto pasa por dos dimensiones, una macro de la política estatal y uno micro pero fundamental; la forma como cada uno de nosotros asumimos a nivel práctico y discursivo los retos de la construcción socialista.
Por lo pronto, no debemos dejar que la derecha trabaje desde nuestros espacios, no debemos seguirle el juego. Porque tenemos mucho trabajo por delante para permitir que el chisme empañe los avances.
Manuel Azuaje Reverón.