Vivimos
en la actualidad una situación de extemismos discursivos, que no
siempre implican una práctica de ese tipo. No se trata de
polarización en el sentido como lo ve la oposición tan
escandalizada.
El
maniqueísmo supone posturas inamovibles desde las cuales cualquier
otra queda invalidada. Acá se trata de la obligación de asumir una
postura extrema respecto a un tema en discusión, olvidando siempre
la dialéctica de los procesos.
Esta
situación con frecuencia no se traduce en una práctica radical,
sino que tiene su escenario en el ámbito discursivo. Se observa con
frecuencia em las redes sociales, pero también en los espacios de
encuentro donde se plantea la discusión.
Asumir
de manera inamovible una posición extrema en un marco polarizado
supone la facilidad de no tener que pensar mucho. Funciona tal como
los esquemas de aprendizaje, se simplifica la complejidad de las
situaciones.
De ese
modo, estos discursos suelen simplificar en extremo la realidad.
Expondré un par de casos que aparecen con mucha frecuencia:
Se está generando actualmente un discurso anti intelectual con diversos
niveles de intensidad. Va desde los que consideran que los libros por
sí solos no representan soluciones, que no deben ser considerados
esquemas, ni pensados como modelos, hasta los más radicales que
afirman permanentemente la invalidez de cualquier teoría, en algunas
ocasiones incluso que no se debe leer, que la teoría daña cierta
“pureza auténtica que hay en los sectores populares”.