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viernes, 13 de abril de 2012

Conocer a un revolucionario

Caracas, 19 de marzo de 2012
Para Julián Conrado.
El revolucionario se caracteriza por actuar desde un profundo amor hacia el pueblo. Esa sensibilidad social se refleja en su nivel más básico y emerge  directamente hacia el otro ser humano que se presenta de inmediato en su necesidad.
Es decir que el acto de amor está presente en cada una de esas actitudes que se tienen con los otros. Una relación armónica, pero profundamente comprometida y solidaria con la emancipación de la humanidad toda, constituida por cada una de las personas con las que nos encontramos día a día.
Una reflexión de este tipo suele ser estimada por algunos como banal o sentimentalista, pero lo es en la medida en que es poco común ver personas así en nuestros días. Eso lleva a pensar que en la actualidad son pocos los verdaderos revolucionarios que nos encontramos, aquellos que todos los días actúan desde la solidaridad, los verdaderos camaradas.
Es precisamente la sociedad capitalista, esa en la que todo aparece mediado como mercancía (desde los objetos intangibles tales como los valores y las emociones, hasta los seres vivos), la que nos vende culturalmente la idea de que somos seres aislados movidos por actos de egoísmo.
Los ideólogos del sistema han pretendido hacer pasar por científica esa conveniente idea de que nuestra naturaleza es la guerra, el conflicto, ese egoísmo que nos enfrenta permanentemente y ante el cual es necesario un Estado represivo. Es la condición impuesta por el mercado capitalista que intencionalmente ha sido caracterizada como la que responde a nuestra forma natural de ser.
 Por ello si para estos ideólogos del capitalismo ha sido tan importante la guerra cultural, la batalla por hacer pasar como científicas sus relaciones de dominación en tanto que “naturaleza humana”; no es para nada irrelevante que nuestra lucha pase por situar inicialmente en todo proceso de cambio a la humanidad unida por lazos de amor y la solidaridad como condición esencial que debe ser siempre afirmada.
Es desde la transformación inmediata y permanente de nuestras actitudes que se garantiza la permanencia de un cambio. Resulta necesario entonces reflexionar y corregir aquellos elementos que permanecen en nosotros y que han sido desarrollados desde las  relaciones capitalistas.
Conocer a un verdadero revolucionario cambia radicalmente la precepción que se tiene sobre uno mismo y el entorno que constituye nuestro propio proceso de cambio.
Lo primero que se aprecia es la alta moral que sostiene ese compañero, la fortaleza que emana. Una fuerza que se contagia inevitablemente, porque donde se encuentra va con él la hecha palabra y acción. También resulta fundamental ver una profunda humildad que es reflejo de ese mencionado amor. Esa humildad debe estar presente siempre porque es la que nos mantiene cerca del otro, sostiene una relación de retroalimentación de las acciones del pueblo, se está con los necesitados, los condenados de la tierra.
Una vez que se pierde esa humildad se empieza a generar la arrogancia, se fortalece una egolatría que termina mellando ese amor por el pueblo. Ese posicionamiento de la arrogancia empieza a colocar los intereses particulares por encima de los intereses de los necesitados. Cuando se llega a ese punto la condición revolucionaria ha sido irremediablemente corrompida.
Por último, considero que el carácter ario se forja definitivamente cuando ese compromiso es puesto a prueba en situaciones límite. Cuando se arriesga la vida por las ideas, los principios, y así, por el pueblo, la gente que sufre día a día. Son quienes desde esos actos de amor  lo dejan de lado todo para luchar por la emancipación.
Desde lo expuesto creo entonces que debemos revisar continuamente nuestras actitudes, fortalecer los principios y el amor hacia los otros, los más necesitados. Actuar siempre desde la humildad y ser solidario con los demás en todo momento. El compromiso debe pasar por poner el interés general siempre como el fin de toda acción.  
Manuel Azuaje Reverón.
Asilo y Libertad  para Julián Conrado
Amando Venceremos!


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