El
filósofo Enrique Dussel desde sus primeras obras hace una crítica al dualismo
en el cual se enmarca la historia de la filosofía occidental. Para ello,
analiza el humanismo de los pueblos semitas frente al humanismo helénico,
reconstruye las diferencias fundamentales de ambas visiones, afirmando que
frente al dualismo propio de la cultura griega los pueblos semitas poseían un
monismo antrológico dentro del cual se forman sus cosmovisiones.
Los pueblos cananeos y fenicios son
influenciados por la visión unitaria del ser humano que poseen los pueblos
egipcios, conformando un conjunto de sistemas de valores desde el cual se
establecen los criterios para el tratamiento de la muerte y la trascendencia
posterior a ésta. Instauran una visión desde la cual la carne y la esencia
vital se articulan formando parte de una unidad viviente que es el ser humano.
La diferencia con los griego se ha de notar especialmente en el procedimiento
funerario, mientras que estos últimos dan toda una preponderancia al alma
denotando al cuerpo como una cárcel y procediendo a quemarlo; los primeros
tratan con sumo cuidado el cuerpo a través de métodos de embalsamamiento,
buscando conservar el cuerpo esperando la resurrección, el cual es un mito
egipcio.
Posteriormente, con el encuentro
entre el cristianismo y las culturas helénicas se producirá un sincretismo que
permite trasplantar momentos de la visión dualista junto al monismo que plantea
la resurrección. Luego, trazando una línea, se visualiza la aparición del
pensamiento moderno que contará entre sus recursos con una antropología que
profundiza en el tema del dualismo, haciéndolo centro de la reflexión
epistemológica.
El estudio crítico de este tema
resulta fundamental para el autor argentino-mexicano, éste considera que
determina toda la visión ética y política que forman esas civilizaciones y por
supuesto impactan en los estudios y formaciones filosóficas en estos ámbitos.
Así, sostiene que la antropología determina la ética y la política, no es
desestimable esta afirmación, ya que en los inicios del siglo XXI el conjuntos
de ideas que se debaten con respecto a lo político siguen pudiendo ser reducidas
a una cierta visión de la naturaleza humana, que no es sino producto de esta
concepción con respecto a la dualidad o unidad de la persona viviente.
Por ello, en la actualidad, habiendo
investigado profundamente el desarrollo de las tradiciones antes mencionadas,
Dussel se dedica a desarrollar la fundamentación de su Ética de la liberación en una concepción del ser humano como
totalidad viviente orgánica y racional, frente a las pretensiones de separar
ambos ámbitos, planteando una pugna entre racionalidad e instinto se establece
una relación de doble determinación de ambos ámbitos, formándose la compleja
unidad que somos y que no puede ser dividida, este proceso consiste en una
revisión de la dimensión corporal en la que suceden los procesos autorregulados
y autorreferenciales de la vida ante los cuales se forma una básica y primaria
racionalidad material que funciona como contenido de toda acción.
Siendo así, se planta la categoría
de corporalidad para poder describir y caracterizar esa unidad viviente que
somos, no restringiendo lo humano a lo meramente instintivo sino anclando los
procesos de racionalización en el carácter universal de los ya mencionados
procesos autorregulados, que no siendo particulares pueden servir de fundamento
material de lo ético y posteriormente de lo político. Somos una totalidad
viviente corporalizada que actúa desde lo racional y lo instintivo, partiendo
de una voluntad de vivir que moviliza todo lo humano.
Una visión de este tipo nos muestra
cómo una complejidad orgánica con necesidades inmediatas, permite complementar
y fundamentar materialmente las éticas discursivas formalistas que dándole un
papel ontológico al lenguaje como expresión de procesos de racionalización,
niegan una dimensión donde se identifican las condiciones necesarias para
seguir viviendo. Pero, además, permite romper con las viejas justificaciones
políticas que partían de la visión dualista, tales como la esclavitud,
fundamentada en el no reconocimiento del otro como humanidad, haciendo reposar
ésta en un tipo específico de racionalidad. De igual modo, con una importancia
fundamental para nosotros los latinoamericanos y toda la periferia mundial, se
plantea la necesidad de integrar el tema de la pobreza, la miseria y la
exclusión en toda discusión ética, haciendo del reconocimiento del sufrimiento
del otro que es incapaz de satisfacer sus necesidades el tema primordial del discurso
ético en era de la globalización y la exclusión.
Echando mano de la ciencia se puede
resolver el tema de la vieja justificación del sistema opresivo que recurre a
una dimensión de la naturaleza humana fundamentada en el egoísmo. Esta visión
se basa en la idea ya expresada de la existencia de una pugna entre
racionalidad e instinto, según la cual en los seres humanos siempre impera un
instinto de supervivencia por encima de cualquier otro, haciendo lo necesario
para permanecer vivo, llegando pues, a estar en un permanente estado de
conflictividad, hasta que se impone la racionalidad que negando esos instintos
permite aparecer el lenguaje, por medio del cual se llega a un pacto de
“supervivencia”, el cual tiene implicaciones múltiples desde un sistema
abiertamente opresivo de tipo hobbesiano hasta un sistema parlamentario basado
en el “diálogo” del tipo de Locke. Ambas concepciones parten del dualismo y
fundamentan lo político exclusivamente en lo racional, como dominación y
control de lo instintivo.
Ante esta visión es necesario
fundamentar la complejidad del ser humano viviente visto como una corporalidad,
como una totalidad donde se expresan en igual medida instinto y racionalidad.
Lo político sólo es posible porque hay un instinto, no hacia la guerra, sino
hacia el reconocimiento de que somos parte de una misma especie que sobrevive
únicamente en comunidad, formamos parte genéticamente de una comunidad que ha
estado viva desde el origen de la misma vida en la tierra. Es una pulsión inicial de solidaridad, por
medio de la cual se reconoce al otro y se moviliza la voluntad de vivir, que
permite el surgimiento de la racionalidad como segundo momento donde se
articula lo material con lo formal discursivo como formación del consenso.
Pero aparte de la discusión teórica
y académica necesaria de estos temas, que rompa la lógica de la dominación que
se nos impone mentalmente en las aulas y a través de los medios de difusión de
la ideología, es fundamental que la militancia y la ciudadanía toda se apropie
de esta concepción unitaria del ser humano, que empiece a visualizarlo de esta
manera en su comprensión cotidiana de los otros y de sí mismo, permitiendo que
podamos entre otras muchas cosas asimilar una dimensión orgánica de la
solidaridad como pulsión instintiva de reconocimiento del otro, desde la cual
se abre una alternativa para la transformación del sistema vigente, a través la
formación de una nueva lógica de las relaciones humanas, que parte de la
creatividad colectiva que ha marcado el nacimiento de las nuevas épocas
históricas.
Así
como el sistema capitalista con su maquinaria, ha logrado que sea parte del
discurso cotidiano la idea interesada de que somos simplemente destructivos y
egoístas, debemos impulsar que las personas asimilen una comprensión de
nuestras posibilidades de transformación partiendo de una instinto de
supervivencia, que surge de la experiencia de la miseria y la pobreza, por un
reconocimiento solidario de la capacidad comunitaria de crear nuevas
condiciones donde se exprese más que nunca el bien común.
De
igual modo, partiendo de la categoría de corporalidad podemos impulsar nuevos
ámbitos de la discusión sobre el papel del cuerpo en los procesos
emancipatorios y la formación de una nueva conciencia, entablar un debate sobre
la sexualidad que parta de las visiones antropológicas y desmitificar el
machismo abriendo los espacios para una nueva experiencia sobre el erotismo y
el placer.
Manuel Azuaje Reverón.
Muy interesante tu texto Manuel. Te recomiendo ver el texto de Kropotkin, el Apoyo Mutuo. Hay una parte en la cual polemiza con el "darwinismo social" y expone sus consideraciones sobre el apoyo mutuo como factor de evolución. Más allá de la resonancia positivista, propia de su época, lo planteado por este militante anarquista se orienta a destacar el aspecto ético -no moral- de las relaciones humanas, la importancia de la solidaridad para la concreción de comunidad y así garantizar la supervivencia individual y colectiva en un proyecto praxístico de emancipación.
ResponderEliminarCuando leo las consideraciones de Dussel sobre la “corporalidad”, la relación “racionalidad e instinto” así como la “voluntad de vivir” siento un eco spinoziano en este filósofo y más allá de las diferencias epocales que existen entre ambos, me reafirma la idea de una filosofía para la vida y no para la mera erudición. Un conocimiento de la vida y lo humano como parte inmanente, orgánica y compleja de la realidad. En ultima instancia, un pensamiento que sirva para transformar de forma liberadora las subjetividades en sus múltiples expresiones de concreción como sujetos de acción política (indígenas, afrodescendientes, mujeres, Sexogenerodiversidad, trabajadores, etc). Recuerdese lo que dice el Holandes Baruch: no sabemos lo que puede un cuerpo.
Aquí puede bajarte el Apoyo Mutuo: http://bivir.uacj.mx/libroselectronicoslibres/Autores/PedroKropotkin/Kropotkin,%20Pedro%20-%20El%20apoyo%20mutuo.pdf
ATM