En
días recientes se ha despertado con el mismo carácter fugaz de siempre, la
discusión con respecto a la importancia de la filosofía y las humanidades en
general, la cual se dirige de inmediato a la capacidad transformadora o no de
la realidad que pudieran tener estas áreas de estudios. Surge entonces la
pregunta por el modo en que la filosofía en particular, y las humanidades en
general, pudieran resolver problemas inmediatos, más concretamente problemas
nacionales, invitándonos a pensar cómo ellas lograrían dicho objetivo.
Es mundialmente conocida la sentencia que
hiciera Marx en la onceaba tesis sobre Feuberbach; los filósofos sólo han interpretado variadamente el mundo, pero se
trata de transformarlo. Su pertinencia sigue más presente que nunca a la
hora de discutir el papel de la filosofía en la actualidad. La relación del
pensador alemán con la labor filosófica es compleja y ha sido objeto de
diversas reflexiones, pero la presencia en su formación de elementos
filosóficos no se puede desestimar, desde sus estudios juveniles sin los cuales
no se puede comprender los productos “maduros”, pasando por aquellas incómodas
abstracciones a las que se refería Engels, hasta una indudable capacidad para
comprender la totalidad de los elementos a estudiar incluyendo lo que quedaba
fuera del sistema. Estos puntos ilustran al menos la presencia de la filosofía
en el pensamiento de Marx, pero un análisis extenso de esta relación sería
objeto de otra reflexión dedicada exclusivamente al tema.
En contraste con la tesis de
filósofo de Tréveris, Martin Heidegger criticaba en 1969 la afirmación,
sosteniendo que para poder cambiar el mundo es necesario que se produzca un
cambio en la concepción que de él se tiene, lo cual sólo es posible interpretándolo
suficientemente. De igual modo, Heidegger afirma que la idea de Marx se basa en
una cierta interpretación del mundo, la cual ordena cambiarlo. Dirá entonces
que la onceava tesis es infundada, que ataca a la filosofía, pero que en su
segunda parte demanda de ella una transformación. Sin embargo, es visible que,
queriendo criticar a Marx, Heidegger se enmarca en la misma línea ya que dirige
la crítica a los filósofos, mientras que confirma la capacidad transformadora
de la filosofía en tanto que interpretación. No puede ser distinto para quien piensa
que el ser habita en el lenguaje,
considerar que por medio de la interpretación se produzcan cambios sustanciales,
en la medida en que se da un cambio en la concepción del mundo.
Este contraste permite destacar que
pese a sostener dos posturas distintas con respecto a la labor filosófica y a
su papel, en el fondo en ambos existe como orientación la capacidad (necesidad)
transformadora de la filosofía, en tanto que práctica filosófica, sea como
praxis o como interpretación, pudiéndose pensar que esta última es ella misma
una forma de praxis filosófica. Sirva de ejemplo para comprender que no sólo a
la llamada tradicionalmente “filosofía de la praxis” se le puede adjudicar la
idea de que la filosofía en tanto que actividad impacta en el mundo.
Volviendo a Marx, es importante
apuntar que su crítica no se dirige a la filosofía como abstracción, sino como
quehacer, actividad, en este sentido es a los filósofos a quienes, dedicándose exclusivamente a la
interpretación (en un sentido distinto al referido en el caso de Heidegger), acusa de hacer de la filosofía una actividad meramente
contemplativa. Porque, como expresa, no es que algunos se dedicaran en parte a
ello, sino que solamente han restringido su labor a la elaboración de sistemas
que busquen comprender la totalidad de lo real, haciendo de la transformación
de la realidad una mera crítica teórica del sistema filosófico anterior.
Ludovico Silva, secundando a Marx, sostiene que de lo que se trata, hoy en día
más que nunca, es de transformar a la filosofía misma y su dinámica con
respecto a la sociedad, puesto que ésta se realiza en la medida en que se
desborda como práctica, sin dejar de volver como reflexión, como práctica
teórica. La reflexión y acción transformadoras. En este punto se puede asaltar
de nuevo a Heidegger, exponiendo que su lectura sobre la tesis de Marx resulta
equivocada, en la medida en que concibe el contenido de ésta como una
invitación al puro tareísmo, a la práctica irreflexiva, cuando al contrario, se
trata de la establecer la relación entre teoría y praxis, haciendo una crítica
al modo como se venía desarrollando tradicionalmente la labor filosófica.
La discusión con respecto a la
capacidad de la filosofía de transformar la realidad, lleva a un punto que debe
ser anterior en la actualidad del debate con respecto a la formación académica
en filosofía. Se ha de plantear hasta qué punto su enseñanza actual genera
herramientas para al menos poder relacionarnos con esa realidad concreta de
forma crítica. Se deben revisar los contenidos de las clases y las
orientaciones generales de las carreras en función de visualizar el tipo de
profesional que generan. Por otro lado, queda abierto el tema de si
exclusivamente es académica la formación filosófica, lo cual es cuestionable,
discutiendo si la práctica filosófica ha de pasar por los estudios formales.
Con respecto a la impresión que
tiene el ciudadano común de la actividad filosófica, vale la pena recordar la
conversación que ilustra Platón en el diálogo República entre Sócrates y
Glaucón. Describiendo aquello que hace mal a los Estados, el primero afirma que
para que se solucione es necesario que reinen los filósofos o que aquellos que
reinen filosofen de modo genuino y adecuado, posteriormente se adentrará en una
elucubración con respecto a lo que ese carácter genuino significa, de pronto,
será interrumpido por Adimanto, quién le
reprochará que aquellos que se dedican exclusivamente durante largo tiempo a la
filosofía terminan siendo “individuos extraños” y que por obra de esa labor a
la que se dedican, acaban siendo inútiles al Estado, ante esas afirmaciones el
imputado responderá que son ciertas. Si hoy en día alguien dijera que los
filósofos son útiles e importantes para Venezuela porque por medio de sus
trabajos se resuelven problemas urgentes, alguien podría interrumpirlo y
decirle que los filósofos son personas extravagantes, excéntrica, que se
dedican a andar en las nubes, hablando de cosas incomprensibles, y habría que
responderles que tienen razón.
Porque al igual que en el caso de
Sócrates, tocaría demostrar, que aún cuando aquellos que se han dedicado (no en todos los casos) y se
dedican a la filosofía en nuestras tierras han generado esa impresión, ésta no es
necesaria ni exclusivamente eso. El tema de fondo es la absoluta
responsabilidad que tenemos en el modo cómo se concibe la labor que hacemos. La
imagen que sobre el filósofo se tiene no cambiará en la medida en que no seamos
nosotros los que nos encarguemos de
asumir un compromiso y una postura distinta a la que ha producido el estigma
social generalizado, por medio del cual se desconoce qué es lo que hacemos.
Porque, como se ha dicho, la filosofía
no es la abstracción que de ella se pueden hacer, al menos no exclusivamente, sino
el desarrollo de una actividad creativa a partir de las herramientas adquiridas.
En este sentido es necesario que como área del conocimiento se asuma un
compromiso con la sociedad venezolana y en general con el mundo. Dejando de
omitir la realidad cotidiana, dejaremos de ser omitidos continuamente por ella;
porque siendo los únicos responsables inmediatos de la imagen que de nuestra
labor se genera, somos los que podemos y debemos cambiarla. Deben las casas de
estudios asumir su papel como instituciones con responsabilidades,
especialmente las públicas, hacer la discusión con respecto al lugar de la
filosofía actualmente, que permita actualizar el conocimiento y precisar con
rigor su función dentro de la sociedad.
Esta no es una idea nueva. La
filosofía y los filósofos del siglo veinte se plantearon estos temas, teniendo
a la mano excelentes casos de compromiso y ejercicio práctico de la labor. Desde
los espacios político en variadas posturas como el caso de Jean Paul Sartre,
Albert Camus, Noam Chomsky, Slavoj Zizek, Michel Foucault, Raymond Aron, Ayn Rand, Hannah Arendt, Enrique Dussel, Pablo Guadarrama,
Leopoldo Zea entre muchos otros, en el lado de la filosofía de la ciencia y del
lenguaje acompañando todos los cambios científicos como el caso de Humberto
Maturana, en los organismos internacionales como lo hizo Edgar Morín en su
momento, pasando por la aplicación de la terapia filosófica, hasta la creación
de espacios ejemplarizantes como el caso de la Universidad Popular de Caen por Michel Onfray. La labor filosófica del
siglo XX y la de nuestro recién inaugurado siglo XXI se ha caracterizado por el
compromiso y la participación pública, generando en los lugares donde se ha
hecho de forma continuada, un reconocimiento por parte de la sociedad, que ha
abierto espacios para el desenvolvimiento de la práctica filosófica.
En cuanto a las humanidades, éstas son consideradas la
rama del conocimiento dedicada al estudio del ser humano, a través de las
expresiones culturales que éste ha generado a lo largo de la historia. Se asume
tradicionalmente que la filosofía es la fuente y modelo original de estos
estudios, por lo que lo acá expuesto podría servir o no para el debate sobre el
papel de las humanidades en general, ojalá al menos sirva de coordenada
para la discusión, que de considerarse pertinente se deberá dar en cada área.
Finalmente, es necesario advertir a todos aquellos
que están pensando una transformación científica, tecnológica y productiva, que
deben tener en cuenta que sin el apoyo sustantivo de las humanidades y
especialmente el acompañamiento de la actividad filosófica, no se logrará impactar la realidad del modo debido, porque no sólo es necesario transformar
las relaciones de producción material, sino también las relaciones de
producción del conocimiento. Generar nuevos modos de concebir lo social y lo
humano pasa por darle el papel que le corresponde a las labores humanistas, así
como por afirmar el compromiso de éstas en los cambios necesarios para avanzar
hacia una emancipación productiva y mental del nuestros ciudadanos. La cultura
alimenta el espíritu de los pueblos.
Una
reflexión sobre el modo como se da la filosofía en tanto praxis requiere un
espacio aparte, donde desarrollar extensamente a qué se refiere la práctica
filosófica. Por ahora se trata de generar un aporte respecto a la necesidad de tan urgente discusión, sin la
cual no es de esperarse que las actitudes con respecto las humanidades cambien
por sí solas.
Manuel
Azuaje Reverón.
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