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viernes, 11 de mayo de 2012

Sobre la importancia de la filosofía y las humanidades.




En días recientes se ha despertado con el mismo carácter fugaz de siempre, la discusión con respecto a la importancia de la filosofía y las humanidades en general, la cual se dirige de inmediato a la capacidad transformadora o no de la realidad que pudieran tener estas áreas de estudios. Surge entonces la pregunta por el modo en que la filosofía en particular, y las humanidades en general, pudieran resolver problemas inmediatos, más concretamente problemas nacionales, invitándonos a pensar cómo ellas lograrían dicho objetivo.
 Es mundialmente conocida la sentencia que hiciera Marx en la onceaba tesis sobre Feuberbach; los filósofos sólo han interpretado variadamente el mundo, pero se trata de transformarlo. Su pertinencia sigue más presente que nunca a la hora de discutir el papel de la filosofía en la actualidad. La relación del pensador alemán con la labor filosófica es compleja y ha sido objeto de diversas reflexiones, pero la presencia en su formación de elementos filosóficos no se puede desestimar, desde sus estudios juveniles sin los cuales no se puede comprender los productos “maduros”, pasando por aquellas incómodas abstracciones a las que se refería Engels, hasta una indudable capacidad para comprender la totalidad de los elementos a estudiar incluyendo lo que quedaba fuera del sistema. Estos puntos ilustran al menos la presencia de la filosofía en el pensamiento de Marx, pero un análisis extenso de esta relación sería objeto de otra reflexión dedicada exclusivamente al tema.
            En contraste con la tesis de filósofo de Tréveris, Martin Heidegger criticaba en 1969 la afirmación, sosteniendo que para poder cambiar el mundo es necesario que se produzca un cambio en la concepción que de él se tiene, lo cual sólo es posible interpretándolo suficientemente. De igual modo, Heidegger afirma que la idea de Marx se basa en una cierta interpretación del mundo, la cual ordena cambiarlo. Dirá entonces que la onceava tesis es infundada, que ataca a la filosofía, pero que en su segunda parte demanda de ella una transformación. Sin embargo, es visible que, queriendo criticar a Marx, Heidegger se enmarca en la misma línea ya que dirige la crítica a los filósofos, mientras que confirma la capacidad transformadora de la filosofía en tanto que interpretación. No puede ser distinto para quien piensa que el ser habita en el lenguaje, considerar que por medio de la interpretación se produzcan cambios sustanciales, en la medida en que se da un cambio en la concepción del mundo.
            Este contraste permite destacar que pese a sostener dos posturas distintas con respecto a la labor filosófica y a su papel, en el fondo en ambos existe como orientación la capacidad (necesidad) transformadora de la filosofía, en tanto que práctica filosófica, sea como praxis o como interpretación, pudiéndose pensar que esta última es ella misma una forma de praxis filosófica. Sirva de ejemplo para comprender que no sólo a la llamada tradicionalmente “filosofía de la praxis” se le puede adjudicar la idea de que la filosofía en tanto que actividad impacta en el mundo.
            Volviendo a Marx, es importante apuntar que su crítica no se dirige a la filosofía como abstracción, sino como quehacer, actividad, en este sentido es a los filósofos  a quienes, dedicándose exclusivamente a la interpretación (en un sentido distinto al referido en el caso de Heidegger), acusa de hacer de la filosofía una actividad meramente contemplativa. Porque, como expresa, no es que algunos se dedicaran en parte a ello, sino que solamente han restringido su labor a la elaboración de sistemas que busquen comprender la totalidad de lo real, haciendo de la transformación de la realidad una mera crítica teórica del sistema filosófico anterior. Ludovico Silva, secundando a Marx, sostiene que de lo que se trata, hoy en día más que nunca, es de transformar a la filosofía misma y su dinámica con respecto a la sociedad, puesto que ésta se realiza en la medida en que se desborda como práctica, sin dejar de volver como reflexión, como práctica teórica. La reflexión y acción transformadoras. En este punto se puede asaltar de nuevo a Heidegger, exponiendo que su lectura sobre la tesis de Marx resulta equivocada, en la medida en que concibe el contenido de ésta como una invitación al puro tareísmo, a la práctica irreflexiva, cuando al contrario, se trata de la establecer la relación entre teoría y praxis, haciendo una crítica al modo como se venía desarrollando tradicionalmente la labor filosófica.
            La discusión con respecto a la capacidad de la filosofía de transformar la realidad, lleva a un punto que debe ser anterior en la actualidad del debate con respecto a la formación académica en filosofía. Se ha de plantear hasta qué punto su enseñanza actual genera herramientas para al menos poder relacionarnos con esa realidad concreta de forma crítica. Se deben revisar los contenidos de las clases y las orientaciones generales de las carreras en función de visualizar el tipo de profesional que generan. Por otro lado, queda abierto el tema de si exclusivamente es académica la formación filosófica, lo cual es cuestionable, discutiendo si la práctica filosófica ha de pasar por los estudios formales.
            Con respecto a la impresión que tiene el ciudadano común de la actividad filosófica, vale la pena recordar la conversación que ilustra Platón en el diálogo República entre Sócrates y Glaucón. Describiendo aquello que hace mal a los Estados, el primero afirma que para que se solucione es necesario que reinen los filósofos o que aquellos que reinen filosofen de modo genuino y adecuado, posteriormente se adentrará en una elucubración con respecto a lo que ese carácter genuino significa, de pronto, será  interrumpido por Adimanto, quién le reprochará que aquellos que se dedican exclusivamente durante largo tiempo a la filosofía terminan siendo “individuos extraños” y que por obra de esa labor a la que se dedican, acaban siendo inútiles al Estado, ante esas afirmaciones el imputado responderá que son ciertas. Si hoy en día alguien dijera que los filósofos son útiles e importantes para Venezuela porque por medio de sus trabajos se resuelven problemas urgentes, alguien podría interrumpirlo y decirle que los filósofos son personas extravagantes, excéntrica, que se dedican a andar en las nubes, hablando de cosas incomprensibles, y habría que responderles que tienen razón.
            Porque al igual que en el caso de Sócrates, tocaría demostrar, que aún cuando aquellos que se han dedicado (no en todos los casos) y se dedican a la filosofía en nuestras tierras han generado esa impresión, ésta no es necesaria ni exclusivamente eso. El tema de fondo es la absoluta responsabilidad que tenemos en el modo cómo se concibe la labor que hacemos. La imagen que sobre el filósofo se tiene no cambiará en la medida en que no seamos nosotros  los que nos encarguemos de asumir un compromiso y una postura distinta a la que ha producido el estigma social generalizado, por medio del cual se desconoce qué es lo que hacemos.
            Porque, como se ha dicho, la filosofía no es la abstracción que de ella se pueden hacer, al menos no exclusivamente, sino el desarrollo de una actividad creativa a partir de las herramientas adquiridas. En este sentido es necesario que como área del conocimiento se asuma un compromiso con la sociedad venezolana y en general con el mundo. Dejando de omitir la realidad cotidiana, dejaremos de ser omitidos continuamente por ella; porque siendo los únicos responsables inmediatos de la imagen que de nuestra labor se genera, somos los que podemos y debemos cambiarla. Deben las casas de estudios asumir su papel como instituciones con responsabilidades, especialmente las públicas, hacer la discusión con respecto al lugar de la filosofía actualmente, que permita actualizar el conocimiento y precisar con rigor su función dentro de la sociedad.
            Esta no es una idea nueva. La filosofía y los filósofos del siglo veinte se plantearon estos temas, teniendo a la mano excelentes casos de compromiso y ejercicio práctico de la labor. Desde los espacios político en variadas posturas como el caso de Jean Paul Sartre, Albert Camus, Noam Chomsky, Slavoj Zizek, Michel Foucault, Raymond Aron, Ayn Rand, Hannah Arendt, Enrique Dussel, Pablo Guadarrama, Leopoldo Zea entre muchos otros, en el lado de la filosofía de la ciencia y del lenguaje acompañando todos los cambios científicos como el caso de Humberto Maturana, en los organismos internacionales como lo hizo Edgar Morín en su momento, pasando por la aplicación de la terapia filosófica, hasta la creación de espacios ejemplarizantes como el caso de la Universidad Popular de Caen  por Michel Onfray. La labor filosófica del siglo XX y la de nuestro recién inaugurado siglo XXI se ha caracterizado por el compromiso y la participación pública, generando en los lugares donde se ha hecho de forma continuada, un reconocimiento por parte de la sociedad, que ha abierto espacios para el desenvolvimiento de la práctica filosófica.
             En cuanto a las humanidades, éstas son consideradas la rama del conocimiento dedicada al estudio del ser humano, a través de las expresiones culturales que éste ha generado a lo largo de la historia. Se asume tradicionalmente que la filosofía es la fuente y modelo original de estos estudios, por lo que lo acá expuesto podría servir o no para el debate sobre el papel de las humanidades en general, ojalá al menos sirva de coordenada para la discusión, que de considerarse pertinente se deberá dar en cada área.
             Finalmente, es necesario advertir a todos aquellos que están pensando una transformación científica, tecnológica y productiva, que deben tener en cuenta que sin el apoyo sustantivo de las humanidades y especialmente el acompañamiento de la actividad filosófica, no se logrará impactar la realidad del modo debido, porque no sólo es necesario transformar las relaciones de producción material, sino también las relaciones de producción del conocimiento. Generar nuevos modos de concebir lo social y lo humano pasa por darle el papel que le corresponde a las labores humanistas, así como por afirmar el compromiso de éstas en los cambios necesarios para avanzar hacia una emancipación productiva y mental del nuestros ciudadanos. La cultura alimenta el espíritu de los pueblos.
Una reflexión sobre el modo como se da la filosofía en tanto praxis requiere un espacio aparte, donde desarrollar extensamente a qué se refiere la práctica filosófica. Por ahora se trata de generar un aporte respecto a  la necesidad de tan urgente discusión, sin la cual no es de esperarse que las actitudes con respecto las humanidades cambien por sí solas.
              
Manuel Azuaje Reverón.

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