En
días recientes se ha despertado con el mismo carácter fugaz de siempre, la
discusión con respecto a la importancia de la filosofía y las humanidades en
general, la cual se dirige de inmediato a la capacidad transformadora o no de
la realidad que pudieran tener estas áreas de estudios. Surge entonces la
pregunta por el modo en que la filosofía en particular, y las humanidades en
general, pudieran resolver problemas inmediatos, más concretamente problemas
nacionales, invitándonos a pensar cómo ellas lograrían dicho objetivo.