El 4 de febrero de 1992 un grupo de oficiales del
ejército venezolano se levantó contra el gobierno de Carlos Andrés
Pérez, al tratarse de un alzamiento castrense produjo sospechas en
sectores de la izquierda, sin embargo generó entusiasmo en el pueblo
venezolano. Tres años antes, los sucesos desencadenados el 27 de
febrero, pusieron en evidencia la crisis del sistema político
venezolano. Durante aquellos días se rompió a pedradas el
escaparate de la democracia venezolana, según la descripción del ex
presidente Rafael Caldera. La que se presentaba como la democracia
más estable de América Latina no era más que eso, un producto de
exhibición al que el pueblo no podía acceder.
Desde la perspectiva formal, cualquier insurrección
contra un gobierno electo democráticamente es definida como un
intento de conducir el país hacia una dictadura. Después del
levantamiento, su comandante pasó años denunciando esta idea, que
definía como una falsa dicotomía con la cual los teóricos que
sostienen a “los regímenes pseudo-democráticos de América
Latina” han querido “ocultar las graves deficiencias y la
degeneración de los falsos sistemas democráticos en auténticas
tiranías”. El alzamiento fue una salida inevitable ante la
situación nacional generada a partir del Caracazo.
A juicio del propio Hugo Chávez aquel intento fracasó
en lo militar pero fue un éxito en lo político, porque según sus
palabras “le dimos un golpe medular al sistema político, al
sistema militar” que a la larga “abrió una puerta hacia
posibilidades de una situación distinta”. Pero ¿cómo
caracterizaban los soldados del 4F el sistema político contra el que
se levantaron? Primero, no se diferenciaba sustancialmente de las
dictaduras anteriores a esa democracia, nacida de un pacto y una
traición al pueblo que movilizado derrocó a Pérez Jiménez. En ese
sistema, detrás del personaje que ocupa la silla presidencial “está
el mismo esquema dominante en lo económico, en lo político, la
misma negación de los derechos humanos, del derecho de los pueblos
para protagonizar sus destinos”.
Esas palabras de Chávez, dichas a Agustín Blanco
Muñoz en junio de 1995, continúan con la descripción de un sistema
que terminó de podrirse y “olía mal” desde finales de los 80.
Esa década dejó en evidencia la decadencia política, pero el
sistema electoral seguía funcionando, dejando al descubierto su
propia incapacidad para expresar el agotamiento del modelo. Lo que si
estaba claro, luego de los dos intentos de golpe y la salida de CAP
del cargo era que:
En cuanto al concepto de esta democracia liberal, creo
que pasó su tiempo y es un fenómeno que se presenta en algunos
países con unos picos más altos que otros. Creo que es el fin
también, de un paradigma, la democracia liberal y su época.
En Venezuela, la segunda mitad de la década de los 90
corresponde a la elaboración de una política alternativa a ese
modelo, evitando incorporarse a él a través de la participación
electoral y apostando a la construcción de un movimiento nacional
para romper con el esquema político en el cual las élites son
ratificadas cada cierto tiempo. Hoy, sigue siendo un modelo agotado
en América Latina y el mundo, que pone a elegir entre Marine Le Pen
y Emmanuel Macron, o entre Hillary Clinton y Donald Trump.
La aparición de Hugo Chávez en el escenario político
venezolano permitió avanzar en la construcción de un sistema
distinto. Ese proceso inició con el deslinde frente al sistema
liberal, que se vende como la única democracia posible. En este
sentido, llama la atención que aún sin saber claramente cuál era
el tipo de democracia que debía reemplazar ese esquema, proclamado
todo poderoso luego del desmantelamiento de la Unión Soviética,
aparecieron voces disidentes en el hemisferio sur.
Desde la salida de la cárcel, el liderazgo del
movimiento MBR-200 entendió la necesidad de construir una
organización nacional sólida, desde abajo, recorriendo el país y
escuchando los problemas de la gente. En ese proceso era determinante
la elaboración de un proyecto de transición que diera paso a un
proyecto nacional a largo plazo y fuera acompañado con la
consolidación de un liderazgo nacional. Esa manera de plantear la
construcción hegemónica sigue vigente. Mientras aquello no sucede,
las elecciones se desarrollan como una “fiesta de maquinarias
electorales” para la ratificación de las élites que, junto a los
poderes fácticos, tienen el control absoluto del Estado. De acuerdo
con eso, Hugo Chávez fue enfático en 1995 cuando afirmó que:
Un gobierno o régimen especial, no puede ser un
gobierno producto de elecciones y con acuerdos entre los poderes.
Nada que intente superar ese modelo de democracia liberal, que para
nosotros ya murió, puede provenir de elecciones. Sin este gobierno
de transición y sin una organización popular, incluyendo el sector
militar, no podrá cumplirse nunca el objetivo deseado, y se hará el
rol que han hecho todos estos gobiernos supuestamente “democráticos”.
El período que va de 1995 a finales de 1997 corresponde
a la construcción de ese gran movimiento nacional, un “polinomio
de poder” capaz de vencer los poderes fácticos y llevar a cabo el
proyecto de transformación revolucionaria del Estado. En ese período
la Constituyente se mantuvo como bandera principal fuera de la vía
electoral, la conformación del MVR permitió cambiar la táctica y
considerar la postulación a las elecciones presidenciales de 1998.
Es así que, sobre la base de la crítica a la democracia liberal y
la construcción de una gran organización popular de carácter
nacional, Hugo Chávez triunfa el 6 de diciembre de 1998.
Una democracia representativa, participativa y
protagónica: 1999-2004.
Una vez ganada la contienda electoral se realizó el
proceso constituyente, al que le dedicaremos un artículo en detalle,
luego del cual iniciaron los esfuerzos para dar forma a la democracia
participativa y protagónica, tal como había quedado adjetivado el
sistema democrático en el nuevo texto constitucional. Sin tener en
mente un modelo definido, Chávez aportó, desde un conjunto de
intuiciones fundamentales, los criterios para avanzar en una
democracia caracterizada fundamentalmente por su aspiración a
diferenciarse del esquema liberal.
La nueva democracia parte de la transformación del
marco jurídico del que surge el Estado para crear una nueva
república. Pero no se trata de un proceso leguleyo, lo realmente
sustantivo es la organización popular y sucedió antes de la
constituyente. La organización del pueblo es el contenido
fundamental de la democracia en primera y última instancia, así lo
entiende Chávez cuando dice que “la democracia si no tiene pueblo
es igual a un río sin cauce, a un río sin agua”, idea que desde
Yare había expresado el MBR-200 cuando acuñó la sentencia “el
pueblo es el combustible de la máquina de la historia”.
En la nueva arquitectura del poder se consideró la
desconcentración y la incorporación de la participación
protagónica como un principio democrático. Esa participación fue
concebida como un medio para lograr un fin y no un fin en sí mismo,
una participación vinculante que requería de instrumentos,
inicialmente pensados en la forma de “plebiscitos, referendo,
asambleas populares, consultas populares, iniciativas de leyes”.
Entre 1999 y 2003 nos encontramos aún en el esquema tradicional de
la democracia directa, aunque intentó ir más allá a través de
propuestas como la elección de los jueces.
Durante ese período se defendió el principio de la
representatividad. Chávez advirtió a los diputados que les
corresponde como representantes mantener una relación orgánica con
los representados, porque de lo contrario pasaría lo mismo que con
el sistema anterior donde “no había casi contacto de los diputados
o senadores con la región que decían representar y eso le quitaba
fuerza y cohesión al sistema político, eso lo llevó a la muerte,
eso mató la representatividad, cuídenla que es básica para la
democracia.”
Esta democracia representativa, participativa y
protagónica no solo es un instrumento político, es un principio
trasversal de toda la sociedad, desde lo ético a lo económico. Más
adelante, superar la representatividad supuso crear instrumentos para
la democratización de toda la vida social a través de la
participación. En función de ello, Chávez hizo un llamado a que el
poder constituyente permaneciera activo y el pueblo siguiera
ejerciendo la soberanía a través de él. Con el paso de los años,
ese poder constituyente va adquiriendo formas concretas a través de
los instrumentos que fueron pensados para que el pueblo organizado
participara en la toma de decisiones vinculantes.
Instrumentos para la democracia participativa:
2004-2007.
Los círculos bolivarianos nacen a finales del 2001 y
estaban pensados como espacios de formación y difusión de las ideas
correspondientes a las tres raíces, de inmediato son demonizados. En
el 2004, Chávez implementará los Consejos Locales de Planificación
como los primeros instrumentos institucionales para el ejercicio de
la participación popular. El perfeccionamiento y la creación de
nuevas herramientas será un objetivo fundamental en el desarrollo de
la democracia durante la segunda mitad del período presidencial, el
líder piensa cómo mejorar los mecanismos a la vez que sugiere a su
dirigencia no alejarse del pueblo. En el 2006 alerta que:
Ese es uno de los peligros que tenemos nosotros: que
hablemos de la democracia participativa pero terminemos siendo otra
cosa que cuerpos casi inertes de la misma falsa democracia
representativa, que desconoce la soberanía popular, que expropia la
soberanía popular, que atropella la soberanía popular.
La democracia revolucionaria que inicia en esa etapa
busca una mayor participación real del pueblo. En esa época Chávez
establece una diferencia fundamental entre la revolución democrática
y la democracia revolucionaria, mientras que la primera “tiene un
freno conservador” la segunda debe ser realmente poderosa y crecer
en la medida en que avanza el proceso de transformaciones sociales.
El sistema aún sigue siendo representativo pero entra en
contradicciones cuando tiene que dar paso a la participación
protagónica porque, como señala autocríticamente Chávez, “un
gobierno encerrado en cuatro paredes tomando decisiones basado en la
representación que un pueblo le dio, expropiándole al pueblo la
soberanía, es contrarrevolucionario”. Salir de ese dilema supone
fortalecer los instrumentos para la transición, que no se sabe
cuánto va a durar, pero es necesaria. La representación no puede
ser un freno para la participación. Al contrario, la participación
debe asimilar en su metabolismo a la representación.
En su análisis, Chávez establece una hipótesis sobre
la democracia que dice de la siguiente manera:
La democracia representativa,
uno pudiera representarla como un arco. Ella tiene una etapa en la
que funciona como democracia, pero así como un arco que cae. La
tendencia inevitable de toda democracia representativa es derivar en
un sistema de gobierno burocrático y elitesco. Pienso que es natural
a ella misma, es natural al concepto. Eso hay que romperlo, hay que
romperlo definitivamente y darle cada día más vida a una democracia
vigorosa, participativa, protagónica, donde sea el pueblo el que
tenga el poder y el control del poder.
La democracia socialista: 2007-2012
Romper con ese ciclo implica pasar a la construcción
del socialismo, donde la democracia entendida como eje transversal de
toda la sociedad cumple el papel más importante. A partir del 2007,
en la Revolución Bolivariana y el pensamiento-acción de Hugo
Chávez, el poder popular adquiere las formas más concretas,
partiendo de que dentro del capitalismo no hay democracia posible,
porque esta “no es el poder de la burguesía ni de las élites”.
El sistema político sigue jugándose como “el reino de los
conflictos” que se regulan a través de las instituciones, pero no
las de las élites, sino de los instrumentos a través de los cuales
se expresen las comunidades, con los cuales puedan organizarse.
El componente político del socialismo es la democracia
popular revolucionaria. En el Golpe de Timón Chávez habla de “el
socialismo y su esencia absolutamente democrática” diferenciándose
del capitalismo que “tiene en su esencia lo antidemocrático, lo
excluyente, la imposición del capital y de las élites
capitalistas”. La relación es intrínseca entre socialismo y
democracia porque la plena realización de esta última sólo es
posible con el desarrollo del primero.
Hasta ahora hemos querido exponer los elementos de la
crítica que Chávez hace a la democracia liberal, los primeros
momentos en la nueva concepción de democracia que plantea la
creación de instrumentos, así como el devenir histórico del
proceso revolucionario que lo pone ante las puertas del socialismo y
da un paso al frente. En otros artículos nos extenderemos en la idea
de comunas como una expresión concreta de la democracia socialista,
al igual que el desarrollo de la idea de socialismo. Por ahora los
dejamos con la sentencia que Chávez hizo en 2010:
La mejor y la más radicalmente democrática de las
opciones para derrotar el burocratismo y la corrupción es la
construcción de un Estado comunal que sea capaz de ensayar un
esquema institucional alternativo en la misma medida en que se
reinventa permanentemente.
Manuel Azuaje Reverón.