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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Retóricas de la política. Polémica mediática en Venezuela.


En Venezuela se libra una batalla campal. Pero el escenario en el cual se da esta lucha no es precisamente el campo tradicional de un conflicto armado. La información es una herramienta fundamental a la hora de lograr el control político, la verdad se ha difuminado en las pantallas de televisión, los titulares sensacionalistas, en los programas de radio que despiertan a los ciudadanos preparándolos para la actitud que deben asumir al salir de casa.

La derecha mundial, los políticos neoliberales, los partidos nacionalistas conservadores, los socialdemócratas etc., son el brazo instrumental de los sectores económicos para consolidar sus espacios de poder. Pero esta alianza estratégica, clave en el control y dominación de los pueblos, no llega a ningún lado sin un sector fundamenta, el llamado “cuarto poder”, los medios de comunicación.

La ideología es comprendida en algunos casos como falsa conciencia, en otros como cuerpo de ideas y representaciones de un sector social determinado. Pero lo cierto más allá de las discusiones conceptuales, es que aquellos que pretenden dominar en una sociedad, deben garantizar un control de los pensamientos, hacer pasar sus intereses como si fueran los de la totalidad de los habitantes. Para ello usan todas las herramientas a la mano, entre ellas los medios de comunicación masivos y las plataformas de entretenimiento.

El mensaje que quieren transmitir los sectores hegemónicos, la mentira dicha mil veces que les permite conservar su control, tiene unas formas específicas, son las que le permiten lograr su objetivo de manera eficiente, llevar su concepción de mundo a la mayor cantidad de personas posible. Esas formas son las que se enseñan en las academias, las herramientas que se han transmitido bajo un manto objetivo y universal. Se hacen pasar como si fueran las únicas que hacen posible la comunicación.

Siempre es más fácil mantenerse en la oscuridad de la ignorancia, que en la claridad cegadora de la verdad revolucionaria. Esta idea la vemos latente en el manejo mediático de las información, las formas actuales de la comunicación responden a un mensaje que buscan encubrir los hechos, construir y legitimar a los dominadores de siempre. El mensaje nos rodea, nos es bombardeado de cientos de formas, desde que nacemos estamos recibiendo la idea de un mundo que “es como es y no puede ser cambiado”.

Por supuesto que si desde nuestro nacimiento, empezamos a recibir por distintas vías los contenidos de la historia de los ganadores, el relato de la dominación, no es para nada extraño que todos los nuevos complementos sean fácilmente digeribles una vez que tienen el terreno preparado. Se trata de siglos de un mensaje que ha generado su sedimento en una sociedad. Esta es la principal razón de que el mensaje revolucionario, el develamiento de las mentiras que sistemáticamente hemos venido recibiendo durante siglos, es tan complicado de asimilar.

Sumado a este hecho, el combate por el establecimiento de una sociedad distinta, que necesariamente debe pasar por adquirir cada vez con mayor fuerza una nueva conciencia, se da en un terreno en el que la izquierda no ha establecido las reglas del juego. La lucha empieza con todas las condiciones en contra, porque el terreno está domado y controlado. Las escuelas de comunicación social o periodismo, vienen estructuradas de manera tal que funcionan para que el mensaje de la dominación llegue forma eficiente.

Recientemente el presidente Mujica recomendaba al el gobierno venezolano que se concentrara en trabajar, en resolver los problemas más urgentes de la población, para ello debía dejar de invertir tantos esfuerzos en una polémica mediática, que no trae sino el agotamiento en un terreno que como hemos dicho, manejan a la saciedad los sectores de la derecha. A buena hora llegaba esta recomendación, pero parece no haber sino tomada en cuenta, porque seguimos enfrascados en una dinámica de declaraciones mediáticas.

Siguiendo el razonamiento de Mujica, es un error peligroso seguir dando la batalla en ese terreno y con unas condiciones impuestas. Una lucha mediática se expone a que la polémica se transforme en un show, que es alimentado por la mentalidad morbosa que ha sido cultivada por la televisión tradicional. Ahí siempre será la derecha la que salga favorecida, porque es su espacio natural, son sus formas de transmitir el mensaje y sus métodos.

La lucha revolucionaria que debemos librar se debe hacer en los espacios concretos de transformación, trabajando para lograr resolver los problemas de todos los que son excluidos. Para ello es necesario trabajar directamente en la consolidación de un sistema eficiente de gestión, en ese sentido vamos avanzando. Es ahí en lo concreto donde se construye el socialismo, porque es el lugar donde se produce la transformación que luego podrá ser llevada al espacio de lo comunicacional.

Si no logramos eso, la dinámica de la polémica mediática nos sigue consumiendo las fuerzas, porque los medios de comunicación, las pantallas de televisión no son un tribunal. Las denuncias tan graves como los planes de magnicidio, el saboteo en Amuay, el golpe eléctrico, los actos de corrupción, los asesinatos posteriores a las elecciones, no se pueden quedar en una rueda de prensa, en los titulares del periódico y un programa de televisión. De ser así, estamos restringiéndonos a un espacio donde salimos mal parados. Finalmente sucede que la militancia así como el pueblo en general, dejan de prestar atención a las noticias y terminan perdiendo seriedad.

Aún habiendo dicho lo anterior, es fundamental que se de un combate por las ideas, en el terreno de la comunicación, de las verdades revolucionarias, desenmascarando las mentiras que a diario se generan desde laboratorios mediáticos. Pero para que logremos salir triunfantes tenemos que crear el terreno y lograr que la derecha se vea obligada a entrar en él. Generar nuevas formas para transmitir el mensaje, para así de una vez por todas poder desechar herramientas que funcionan exclusivamente para sostener la dominación.

Manuel Azuaje Reverón.

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