Cuando el presidente Chávez basó
su campaña presidencial en la idea de que "todo somos Chávez" no lo
hizo como un acto discursivo puramente retórico, lo hizo como un llamado a que
cada uno de nosotros asuma una actitud protagónica en la nueva etapa que se
viene, porque ese protagonismo es fundamental para garantizar que lo ganado no
se revierta.
Por esa razón, cuando hoy en día
se afirma en las calles "yo soy Chávez", "nosotros somos Chávez",
no puede significar exclusivamente una consigna de identificación con la
situación que vive el presidente, ni el mensaje a sus enemigos de que quien se
mete con él se mete con nosotros. Tiene que significar una práctica que se
asume cotidianamente, la irreverencia en discusión y la crítica, pero
especialmente la radicalidad y el compromiso en el acto.
Muchos están esperando que el
gobierno le haga la revolución, que sea desde la institucionalidad estatal que
se den todo los cambios necesarios, que decrete el socialismo por vía de una ley
o nominalmente. Mientras el Estado hace "el socialismo" esperamos
sentados y nos dedicamos a criticar las medidas tomadas, las acciones, la
burocracia etc.
Pero resulta que la revolución, el socialismo, la nueva sociedad, se construye desde la base, desde la organización social que en las comunidades orienta los cambios. Es desde la práctica cotidiana que transforma localmente que conseguiremos construir lo nuevo.
Pero resulta que la revolución, el socialismo, la nueva sociedad, se construye desde la base, desde la organización social que en las comunidades orienta los cambios. Es desde la práctica cotidiana que transforma localmente que conseguiremos construir lo nuevo.
De igual modo, el poder obediencial, mandar
obedeciendo, no debe ser un puro discurso electoral, la retórica sobre el poder
popular, tiene que practicarse de forma real, tanto la creación de espacios
donde se exprese el poder del pueblo como la toma de esos espacios, la
participación verdadera. Por un lado, el gobierno tiene que escuchar las
exigencias del pueblo, las órdenes que emiten las comunidades organizadas. Por
otro, urge que las comunidades se organicen, y dicten esas órdenes, las emitan
y exijan su cumplimiento. Ambas dimensiones deben darse para el ejercicio del
poder popular y la constitución de la democracia obediencial.
El Estado actual y sus
instituciones, el gobierno en general tiene limitaciones que el pueblo no. Por
las contradicciones internas de un Estado en transición, por los múltiples
intereses encontrados entre sus miembros (muchos a los no les conviene un
cambio radical), hay dificultad para construir una sociedad postcapitalista.
Mientras que el pueblo en su dinámica debe romper con las fronteras del orden
vigente, porque tiene la capacidad de imaginar una nueva sociedad y de
emprender el tránsito hacia ella.
Por esa razón, es el pueblo el
ente dinámico que le debe dictar el rumbo al gobierno, el que debe ejercer el
poder, cambiar todo lo que necesita ser cambiado y ordenar al gobierno que
cumpla con sus mandatos. De nada nos sirve un socialismo que se decrete desde
arriba, unas instituciones artificiales, o unas medidas ajenas a la realidad
social, necesitamos construir nuestro socialismo, para ello hay que asumir la
tarea y salir a hacerlo.
Ni el socialismo cae del cielo,
ni aparece de repente cuando el capitalismo se destruya solo, ni hay que
quedarse sentado esperando que nos lo haga el gobierno. El capitalismo se
combate y destruye, se crean las condiciones y agudizan las contradicciones.
Cada uno antes de criticar a las instituciones (cosa que es necesaria) debe
pensar qué está haciendo para construir la nueva sociedad, cuál es su papel y
qué es lo que puede hacer. De nada sirve la crítica por la crítica, necesario
es una práctica coherente con lo que se dice.
Manuel Azuaje
Reverón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario