A través de las redes sociales se expresó la
satisfacción generalizada ante las palabras que con firmeza dijo Vladimir
Acosta en el encuentro que se realizó en el cine Aquiles Nazoa. Voy a
reflexionar sobre la actitud de Acosta más que sobre lo que dijo.
Lo
que dijo es lo que muchos hemos dicho entre cervezas, o con un café y un
cigarrillo, lo que se dice en las plazas y esquinas de la ciudad. Pero también
lo que se dice en las reuniones políticas, que se conversa en los consejos
comunales, en los espacios de las comunidades y las organizaciones sociales.
El
sentimiento de satisfacción se debe a que por fin alguien lo decía frente a los
representantes en pleno de la estructura de gobierno. En la medida en que se
criticó la burocracia, se habló del proyecto de partido que no termina de pasar
de ser de masas a ser verdaderamente revolucionario, se refirió a la
burocratización, se iban alargando algunas caras, mientras surgían aplausos y
rostros de satisfacción.
En
general Vladimir Acosta recogió un grupo de ideas que han sido expresadas por
muchos, quedando otras por fuera, pero siendo suficiente para ganarse la
identificación de muchos que sentimos que dijo lo que queremos que se diga. El
problema es que la autoridad de Acosta así como el espacio donde se expresó
impiden que se le suprima o estigmatice, como se ha hecho con frecuencia con
compañeros que han dicho lo mismo en otros espacios. Muchos hemos dicho ¿cuál
es la diferencia con qué lo diga Vladimir Acosta a que lo digamos nosotros?
Yo
creo que la lección más importante que aprender es que hay que perder el miedo,
tener el coraje de decir las cosas en los espacios donde es necesario decirlas,
para dejar de descargarnos en bares, esquinas y cafetines. Corriendo los riesgos
pero hay que empezar a decir todo lo que se ve que anda mal, porque las
revoluciones fracasan con el silencio cómplice de quienes las ven encaminarse
al fracaso y no dicen nada.
Pero
es más importante lo que los representantes de gobierno tienen que aprender,
aprender a escuchar, aprender que el pueblo necesita espacios donde emitir la
crítica y la autocrítica, y que urge encaminar esa crítica para poder
canalizarla en cambios reales. No basta con que se diga lo que está mal, es
urgente rectificar.
Manuel Azuaje Reverón.
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