El
viernes, todos recibimos con cierto asombro las medidas económicas tomadas por
el gobierno. Devaluación del bolívar a 6,30, eliminación del sitme y
flexibilización de las actividades en dólares tales como transferencias y
aperturas de cuentas en el exterior entre otras cosas.
Las
reacciones fueron múltiples. Por un lado, la derecha hizo lo que tiene que
hacer (pero que hace mal), arremetió contra las medidas llamándolas paquetazo,
pero sin explicar mucho de qué se trataban sino poniéndole nombres y haciendo
afirmaciones a diestra y siniestra. Por otro, la militancia revolucionaria tuvo
dos posturas, una defendió las medidas de una vez, otra hizo críticas respecto
a quien se ve afectado por la devaluación.
No
hace falta ser economista para darnos cuenta de cómo nos jode el capitalismo,
tal como dijera Alí Primera “yo no sé filosofar, pero lo que se me sobra me
basta para pensar, que me tienen jorobado ya de tanto trabajar”. El problema
percibido de forma generalizada, es que
como consumidores sabemos que tal como pasó la vez pasada, una devaluación trae
consigo el aumento desproporcionado de los productos, incluso aquellos que son
nacionales.
Ya
inició el remarcaje de precios de mercancías que fueron compradas supuestamente
a dólar viejo, y el desafuero consumista manda a la gente a hacer colas para
comprar electrodomésticos que ni necesita. De todas maneras sabemos también,
que muchas cosas ni las estábamos comprando a 4,30 sino a 20 y 25 el dólar, que
ahora podrá subir más cuando debería bajar de precio.
Justamente
se trata de que existe un mercado paralelo que no se controla, consumimos
productos a precios irreales y terminamos por no saber con exactitud cuánto
cuestan realmente las cosas. Se trata del fantasma (muy presente) de la
especulación, que siempre sale a relucir cuando se trata de nuestra economía
nacional.
Ante
este problema permanente, la respuesta popular exige control por parte del gobierno,
hubo consenso de parte de los que apoyamos la revolución bolivariana en que los
mecanismos estatales tienen que funcionar. Es necesario que la eficiencia
llegue en ese sentido, porque el especulador existe en la medida en que se
permite su existencia. Por otro lado, debido a las experiencias pasadas hay
poca confianza en que ese control resulte.
El problema fundamental radica en que no basta
con el control. El control de la economía especulativa, y del capitalismo
salvaje debe ser el primer paso en una transformación, no el único paso, porque
se tratarían de medidas económicas más cercanas a Keynes que a Marx sin duda.
Nos quedamos en esa
necesidad de control y no prestamos atención a la advertencia que muchos hacen,
y recientemente Vladimir Acosta expresara. Para avanzar al socialismo es
necesario transformar las relaciones sociales de producción, en la medida en
que eso no suceda, podremos estar haciendo cambios en otras áreas, pero eso no
es socialismo, sino en todo caso solidaridad y justicia.
Se nos plantea entonces
el viejo dilema, el socialismo no consiste en gestionar mejor al capitalismo,
sino en combatirlo y destruirlo sin pelos en la lengua ni medias tintas. Sin
creación de nuevas formas de producción alternativas a las tradicionales no
avanzamos, controlar el capitalismo es hacerlo en todo caso más eficiente y eso
para nada significa una revolución socialista. Ese control sería un primer
paso, fundamental para hacer frente a la especulación de la vorágine propia de
la mentalidad capitalista, más hay que ir a la raíz y transformar.
Manuel Azuaje
Reverón.
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