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miércoles, 16 de octubre de 2013

¡Es la política, estúpido! Digo, Dieterich



Heinz Dieterich sabe muy bien cómo hacer el papel de apologista del desastre, hace dos días deleitó a la oposición venezolana y a otros colegas suyos con un artículo, donde finalmente pone fecha definitiva al proceso que desde hace unos años viene destinando al fracaso.

Aquel que  fuera “camarada” hace un tiempo, basa su pronóstico en "el fracaso de un modelo económico desarrollado por Chávez”, que no caracteriza suficientemente más allá de decir que no ha aplicado ni una sola medida socialista, ni del siglo XX ni del XXI, recordemos que él hace suyo el socialismo del siglo XXI que ya está escrito y del que tiene la receta.


Esta idea es consecuencia de una reducción economicista, toda la sociedad se ve reducida a la dimensión económica, sucediendo que el proceso bolivariano en Venezuela se simplifica en el supuesto fracaso de un modelo económico. No hay ningún otro factor rescatable de este proceso, ningún elemento que pueda considerarse revolucionario.

Dieterich llega al punto de afirmar que la idea de la comuna es “un disparate”, “una quimera”, “una ilusión pronta a implosionar”. Suponemos que piensa que de no hacerse una “economía socialista” no será posible constituir ninguna democracia de base. Cuánto ignora e irrespeta este laureado “científico social” a los millones de compañeros que están hoy en día trabajando por la construcción de esos espacios comunales.

La economía y la política son ambas campos determinados y determinantes dentro de la sociedad, no son los únicos, configuran lo social junto a otros numerosos campos que se solapan unos con otros. Ignorar la importancia de lo político ha llevado a que muchos opinadores económicos recomienden con frecuencia un conjunto de medidas que nos llevarían “mecánicamente” a la sociedad socialista, ignorando las múltiples condiciones políticas que permitirían aplicar esas medidas, luego se indignan porque no se llevan a cabo.
 
La comuna como espacio de organización del Estado desde una lógica participativa, un ejercicio directo y comunitario del poder, no sólo es una figura democrática, sino que tiene un rostro económico que no se puede ignorar. Miles de comunas que se encuentran en construcción están creando nuevos espacios productivos. Haciéndose visible el entrelazamiento entre lo político y lo económico. 
 
Junto a Dieterich otros opinadores economicistas subestiman la importancia de la democracia participativa, ríen entre dientes cuando se habla de la comuna. Finalmente, terminan burlándose de todos los que se comprometen con la construcción de una nueva lógica del poder que nazca desde los pobres, donde se tomen las decisiones colectivamente, donde se gobierne de forma directa.

Por ahí hemos visto a gurúes de la economía socialista, que habiendo estado en instancias del poder POLÍTICO fueron incapaces de instrumentalizar transformaciones, pero que escriben con frecuencia sus sencillos esquemas sobre lo que se debe hacer en materia económica.

Estos personajes ignoran, intencionalmente o no,  que los procesos sociales de cambio tienen momentos donde las fuerzas hegemónicas permiten profundizar los cambios. Una lectura del momento histórico es la que permite analizar desde lo político la capacidad o no de tomar una decisión.

Una comprensión no reduccionista de la sociedad hace posible visualizar los distintos campos y las relaciones co-determinantes entre ellas.  Pensar que la economía es la única, absoluta e universal determinación de la sociedad, genera una incapacidad para percibir espacios de lucha del pueblo donde se está dando la construcción socialista, la creación de relaciones sociales no basadas en la lógica del capitalismo.

Por último, hay que decirle a Dieterich y a todos sus simpatizantes que el Socialismo del siglo XXI no es propiedad intelectual de ningún académico, sino que pertenece al pueblo organizado, que más allá de las diatribas teóricas está construyendo esas comunas, esos “disparates”. El socialismo no puede existir si no hay transformaciones radicales en la economía capitalista, pero tampoco se dará si se subestima la capacidad política del pueblo.
Manuel Azuaje Reverón.

2 comentarios:

  1. Sin embargo, la duda queda. ¿Es socialismo? ¿Es necesario llamarlo socialismo? Hubo y hay muchos socialismos: me quedo con los de Flora Tristan, Fourier, Louise Michel y los idealistas y anarquistas del siglo XIX y principios del XX. A mí la idea de comuna, la defensa de la jornada de 8, luego de 6 horas, el lento trabajo de deconstrucción del capitalismo como única opción civilizatoria del presente, me parecen todas acciones anticapitalistas, sobre todo en su fase monopólica y neoliberal. Las festejo. No las encuentro muy congruentes, sin embargo, con los superpoderes de un presidente

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    1. Es parte de un proceso en construcción que tiene sus detalles, sus momentos, sus avances y retrocesos. Pero por sobre todas las cosas demuestra ser creativo, original, lleno de sentidos liberadores. Por lo demás, las formas, las maneras de transformar siempre han sido objeto de discusión entre las "izquierdas" el tema es no perder la perspectiva y la capacidad de criticarnos sin odiarnos, porque supuestamente estamos hermanados en la misma lucha contra el capitalismo y todas sus consecuencias. En cuanto a los poderes del presidente, si es el caso de la discusión actual sobre la Habilitante creo que nos sumerje en una discusión más larga, en la que seguro hay distintas consideraciones. Yo creo que históricamente ha sido un factor de avance sustancial de los proceso, en el marco restringido de lo jurídico por supuesto, pero permite eludir la burocracia propia del Estado Burgués. Por habilitante se dio la ley de tierras, la de hidrocarburos, las misiones como la misión vivienda, en amor mayor, hijos de Venezuela, la ley de precios justos, ley de arrendamiento, las leyes del poder popular, la ley del trabajo. Igual es objeto de una discusión que se adentra en los fundamentos de lo que concebimos como procesos de cambio, y cómo deben ser.

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