La
viveza criolla ha aparecido con mucha fuerza como tema de discusión
(más allá del trabajo de Axel Capriles donde pretende elogiar esta
actitud), en algunos casos esta expresión tiene una carga negativa,
en otros es recordada positivamente en relación al modo como se
comprendía en el pasado, la viveza entendida como creatividad y
picardía, las historias que se recuerdan de la niñez, los cuentos
de los abuelos.
Esa
capacidad propia de los venezolanos fue plasmada en distintas fábulas
y cuentos infantiles, era visible en múltiples anécdotas
cotidianas. Tenemos recuerdos de la representación del famoso Tío
Conejo, cuyas historias animaban a nuestra generación (80's),
también de otros cuentos como “El perro del cerro y la rana de la
sabana” donde también se hace referencia a este tema. En casi
todas estas historias hay una dualidad, el elogio camuflado a la
viveza y una advertencia respecto a las consecuencias negativas que
genera si se actúa inconscientemente.
Es
así que, nuestro pasado está cargado de una narrativa en la cual se
intenta contrastar esa viveza con moralidad, la famosa moraleja de
los cuentos, en las cuales se explica que hacer uso de esa viveza
criolla sin tomar en cuenta las consecuencias suele traer efectos
negativos sobre el propio actor. En muchos casos se trata de un
elogio al trabajo y la honradez frente a los intentos de promover la
capacidad de “resolver”.
Lo
cierto es que nuestra generación (nacida en los 80's) aún recuerda
esos referentes, no le parece extraña esa palabra, honradez, el
elogio al trabajo sigue presente (aún sabiendo que en el capitalismo
es una falsedad). Las generaciones que se han formado posteriormente,
aquellos jóvenes que tienen entre 15 y 20 años, que han crecido en
este proceso de cambios, están en muchos casos desprovistos de estos
elementos.
Más
aún, hoy en día la viveza criolla se identifica con la capacidad de
“resolverse” por vías ilegales, buscar alternativas fuera de la
ley para conseguir enriquecer las arcas personales o familiares, se
trata de la capacidad para estafar a los demás, de hacer dinero
fácil y rápido. En este contexto, se ha normalizado la corrupción,
asociada a un valor propio de los venezolanos, la viveza criolla
representa a aquel que es capaz de ganar dinero por cualquier vía
mientras no sea descubierto.
El
caso más concreto son los trístemente célebres “raspacupos”,
las personas que se dedican a sacar los dólares para revenderlos en
el país. Esta actividad ocupa el interés de cualquiera que quiera
comprender cómo funciona la mentalidad social y ciudadana. La
mayoría de las personas que uno se consigue en esta actividad,
considera “pendejo” al que no lo hace, porque es un dinero fácil
y rápido que se puede obtener, en muchos casos ignorando que se
trata de una estafa, de un acto de corrupción, que no sólo afecta
al gobierno, sino que se revierte en los altos costos de los
productos que ese “rolo de vivo” tiene que consumir.
Se
trata de una disociación, entre lo que es ilegal y lo que es un
resuelve, sucediendo que cierta creatividad propia de los
venezolanos se une con la necesidad de hacer dinero y los
funcionarios corruptos, trayendo como consecuencia una ola de cientos
de miles, cuando no millones de personas “raspando la tarjeta”.
Asombra la normalidad como se aborda el tema y la confusión en
cuanto al hecho de que es una actividad ilegal, que se debe en parte
a que no se ha informado suficientemente sobre el carácter ilícito
de la misma. En efecto la “viveza criolla” se ha transformado en
corrupción normalizada.
Manuel
Azuaje Reverón.
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