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miércoles, 30 de octubre de 2013

De la viveza criolla a la corrupción normalizada.



La viveza criolla ha aparecido con mucha fuerza como tema de discusión (más allá del trabajo de Axel Capriles donde pretende elogiar esta actitud), en algunos casos esta expresión tiene una carga negativa, en otros es recordada positivamente en relación al modo como se comprendía en el pasado, la viveza entendida como creatividad y picardía, las historias que se recuerdan de la niñez, los cuentos de los abuelos.

Esa capacidad propia de los venezolanos fue plasmada en distintas fábulas y cuentos infantiles, era visible en múltiples anécdotas cotidianas. Tenemos recuerdos de la representación del famoso Tío Conejo, cuyas historias animaban a nuestra generación (80's), también de otros cuentos como “El perro del cerro y la rana de la sabana” donde también se hace referencia a este tema. En casi todas estas historias hay una dualidad, el elogio camuflado a la viveza y una advertencia respecto a las consecuencias negativas que genera si se actúa inconscientemente. 


Es así que, nuestro pasado está cargado de una narrativa en la cual se intenta contrastar esa viveza con moralidad, la famosa moraleja de los cuentos, en las cuales se explica que hacer uso de esa viveza criolla sin tomar en cuenta las consecuencias suele traer efectos negativos sobre el propio actor. En muchos casos se trata de un elogio al trabajo y la honradez frente a los intentos de promover la capacidad de “resolver”.

Lo cierto es que nuestra generación (nacida en los 80's) aún recuerda esos referentes, no le parece extraña esa palabra, honradez, el elogio al trabajo sigue presente (aún sabiendo que en el capitalismo es una falsedad). Las generaciones que se han formado posteriormente, aquellos jóvenes que tienen entre 15 y 20 años, que han crecido en este proceso de cambios, están en muchos casos desprovistos de estos elementos.

Más aún, hoy en día la viveza criolla se identifica con la capacidad de “resolverse” por vías ilegales, buscar alternativas fuera de la ley para conseguir enriquecer las arcas personales o familiares, se trata de la capacidad para estafar a los demás, de hacer dinero fácil y rápido. En este contexto, se ha normalizado la corrupción, asociada a un valor propio de los venezolanos, la viveza criolla representa a aquel que es capaz de ganar dinero por cualquier vía mientras no sea descubierto.

El caso más concreto son los trístemente célebres “raspacupos”, las personas que se dedican a sacar los dólares para revenderlos en el país. Esta actividad ocupa el interés de cualquiera que quiera comprender cómo funciona la mentalidad social y ciudadana. La mayoría de las personas que uno se consigue en esta actividad, considera “pendejo” al que no lo hace, porque es un dinero fácil y rápido que se puede obtener, en muchos casos ignorando que se trata de una estafa, de un acto de corrupción, que no sólo afecta al gobierno, sino que se revierte en los altos costos de los productos que ese “rolo de vivo” tiene que consumir.

Se trata de una disociación, entre lo que es ilegal y lo que es un resuelve, sucediendo que cierta creatividad propia de los venezolanos se une con la necesidad de hacer dinero y los funcionarios corruptos, trayendo como consecuencia una ola de cientos de miles, cuando no millones de personas “raspando la tarjeta”. Asombra la normalidad como se aborda el tema y la confusión en cuanto al hecho de que es una actividad ilegal, que se debe en parte a que no se ha informado suficientemente sobre el carácter ilícito de la misma. En efecto la “viveza criolla” se ha transformado en corrupción normalizada.

Manuel Azuaje Reverón.

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