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jueves, 22 de noviembre de 2012

Filosofía de la praxis y compromiso en América Latina.



A Leopoldo Zea en los 100 años de su nacimiento
Y a Arturo Andrés Roig que este año
 se sembró en el continente.

Filosofía de la praxis y compromiso en América Latina.
0.
Frente a los retos que se le presentan a la filosofía en el mundo actual y especialmente en la Venezuela contemporánea, es urgente poner en el tapete la reflexión en torno a la relación entre la filosofía y la realidad, preguntar por su carácter práctico y el papel que le corresponde jugar dentro de una sociedad. Para ello expondremos algunos aportes que sobre el tema nos han legado los filósofos latinoamericanos Adolfo Sánchez Vázquez, Enrique Dussel y Leopoldo Zea.
1.
            El primer punto que será abordado es el concepto de praxis. Inicialmente es necesario distinguir entre la actividad en general y la actividad humana en particular. Por actividad en general se entenderá el acto por medio del cual un sujeto activo modifica una materia, siendo irrelevante qué tipo de sujeto es, pudiéndose tratar tanto de animales, como de objetos que se relacionan entre sí. En el caso de la actividad humana se produce la intervención sobre un objeto, de modo que su transformación existe dos veces, una como resultado ideal (proyecto) y otra como “producto real”. Debido a esta condición se dice que la actividad humana es consciente, porque por medio de la conciencia se establece el resultado ideal, que orienta la actividad. Este resultado ideal es una motivación que indica el objetivo del acto, caracteriza a la actividad humana como teleológica. Nos dice Sánchez Vázquez “la actividad humana es, por tanto, conforme a fines, y éstos sólo existen por el hombre, como productos de su conciencia” (p.266). La intervención de la conciencia, en el establecimiento de los fines que orientan a la actividad, determina el carácter humano de la misma.    

Veamos el proceso detalladamente. Los seres humanos reproducen su vida material de acuerdo a sus necesidades fundamentales, esta actividad reproductiva incide directamente sobre la naturaleza, la transforma, de igual modo sucede con las relaciones entre personas y frente a la sociedad en general. Esa práctica constituye el contenido respecto al cual la conciencia establece los fines, el resultado ideal que motiva la transformación a partir de la cual se genera el producto real. Esta relación, es descrita con fines didácticos suponiendo la primacía de la práctica sobre la conciencia, es decir, es una primacía de orden lógico dentro del discurso, más no temporal. La práctica transforma de acuerdo a necesidades materiales, mientras que a su vez responde a los fines establecidos en la conciencia, siendo que la última actualiza una práctica dada. Esta codeterminacion entre lo práctico y lo reflexivo ilustra el carácter social de la conciencia.
            La transformación de la realidad acorde a fines, es una expresión de la relación no armónica entre los seres humanos y su entorno,  que motiva una negación de la realidad dada en función de construir otra. De haber armonía no existiría ningún deseo de cambio. En este sentido, la conciencia que pone los fines está entrelazada con esa realidad, no se encuentra en estado puro, sino que se trata de una conciencia social. En palabras del autor “el fin, por lo tanto, prefigura aquí el resultado de una actividad real, práctica, que ya no es pura actividad de la conciencia”.  Es decir, la actividad no es un acto exterior respecto a un objeto, sino que se produce desde una relación interior en el sujeto con esa práctica. El movimiento de lo práctico significa una actualización de la conciencia. La actividad que se ha venido desarrollando produce nuevas necesidades que serán establecidas como fines desde la conciencia.
            A partir de lo dicho, la praxis se puede definir del siguiente modo: es la actividad práctica exclusivamente humana por medio de la cual se transforma la naturaleza, la sociedad o las personas reales, ésta se adecua de acuerdo a fines que son establecidos por los sujetos. El fin en general consiste en transformar la realidad respondiendo a necesidades humanas.
            La anterior es una definición estricta de la praxis, desarrollada a partir de las ideas expuestas por Adolfo Sánchez Vázquez en el ya clásico texto Filosofía de la praxis. Enrique Dussel en su libro “Praxis latinoamericana y filosofía de la liberación” expresa una definición más amplia en tanto que la praxis es concebida como “la estructura total de las acciones de una época”, el mundo de vida dentro del cual se elabora una teoría. Esta totalidad de las acciones constituye una realidad social dada que carga de sentido alguna de las afirmaciones que el filósofo hace. La praxis será la totalidad de las acciones que se relacionan unas a otras y configuran el conjunto de la sociedad. Para este filósofo un ejemplo claro lo constituyen las universidades, la cuales en tanto que instituciones sociales influyen en el que-hacer filosófico, ya que “no hay práctica filosófica sin aparatos de enseñanza-aprendizaje (las universidades, revistas, conferencias, etc.) (p. 30). Pero no sólo éste es el caso, cada grupo de relaciones que se establecen dentro de una sociedad, configura parte de la mentalidad del filósofo que se mueve dentro de ellas.
            Hasta ahora contamos con una idea de praxis que tiene un sentido general, como la totalidad de las acciones a lo interno de una sociedad, y un sentido estricto concreto, en tanto que la actividad práctica humana que transforma una realidad, de acuerdo a fines que se establecen en función de satisfacer necesidades.
2.
            Corresponde ahora reflexionar en torno a la relación entre la filosofía y la praxis entendida en sus dos niveles. Respecto a una época, la filosofía surge como un conjunto sistemático de ideas que en cierta dimensión “explican, ocultan, justifican o critican” esa praxis. No quiere decir que toda la teoría cumple esta función, pero sí que en una dimensión de ella se expresa la actitud respecto a la praxis social. La filosofía contará con una autonomía relativa respecto a la realidad, que le permite asumir formas universales, así como pasar de lo puramente descriptivo a lo especulativo. De no darse este último paso la teoría estaría atada exclusivamente a la contingencia de lo práctico.  Pero además, necesita cierto espacio de autonomía propia que la deje especular respecto a las necesidades, para así poder constituir esos fines que luego motivan la práctica. Desde esta autonomía puede comprenderse, que la teoría influencie luego transformaciones sobre esa praxis establecida. Esa relación respecto a la praxis estará presente siempre, sea asumida o no por el pensamiento en cuestión.
            Una prueba de ello es la presencia de elementos sociales e históricos en el pensamiento de los grandes filósofos, lo cual no invalida sus discursos sino que muestra su carácter humano, así como la relación con el espíritu concreto de una época. Hace explícito el carácter social de la conciencia, revelando que no se trata de una conciencia pura, deshumanizada.  
            Respecto al sentido estricto de la praxis, es necesario expresar la acotación que hace Sánchez Vázquez en su libro. La teoría no contiene en sí misma una posibilidad práctica, ya que si bien puede transformar percepciones respecto a representaciones, o crear hipótesis y sistemas de conceptos, de ninguna manera transforma la realidad. La teoría no puede acceder de forma práctica a una realidad, ni tiene herramientas que le permitan transformar la naturaleza, la sociedad o las personas reales, es decir, que no cumple con las condiciones de la praxis, no es una actividad práctica. Por esta razón es incorrecto hablar de praxis teórica o praxis filosófica, a  menos que el concepto mismo de praxis se extienda hasta que pierda su sentido. La teoría nos provee de un conocimiento indispensable para esa transformación, pero ella por sí sola está imposibilitada de hacerlo. Esto quiere decir que juega un papel fundamental dentro de los procesos, pero es necesario algo más que la pura reflexión teórica para hacer cambios o dirigirse hacia lo práctico.
No es distinto el caso de la filosofía, aún aquella que orienta su reflexión a la praxis, que se propone la necesidad de cambiar una situación, por sí sola no está en condiciones de hacerlo. Siendo así, pese a que la filosofía puede impactar en una sociedad, y de hecho conocemos múltiples ejemplos de cómo una teoría filosófica ha influenciado cambios, no es ella la que transforma, porque en palabras de Sánchez Vázquez “A nuestro juicio, la filosofía ni como interpretación del mundo ni como instrumento teórico de su transformación es de por sí, de un modo directo e inmediato, praxis” (p. 283). Pero no se ha de comprender esta afirmación como un desprecio por la teoría, al contrario, ésta abre las puertas para la posibilidad de los cambios, en la medida en que los concibe ya está siendo pensada la alternativa, están creándose las condiciones teóricas, se trata de darle su justo lugar a la reflexión.
            Una aclaración de este tipo nos permite comprender la afirmación e inquietud de un filósofo como Leopoldo Zea, respecto a la adopción de teorías externas a nuestra realidad en función de cambiarla. En nuestro continente, durante muchos años nos dedicamos a buscar respuestas a nuestros problemas en teorías foráneas, sin comprender previamente las condiciones internas de nuestras sociedades, sucediendo que como nos dice Zea “adoptar por ejemplo, la constitución de los Estados Unidos no nos ha convertido en un conjunto de pueblos demócratas y liberales. Como tampoco la adopción del positivismo hizo de nosotros hombres prácticos, capaces de inventar y utilizar las técnicas que ahora imperan en el mundo” (p. 294). Es decir, que la importación de teorías no transforma a nuestras naciones, porque la teoría por sí sola no cambia nada, mucho menos si no se corresponde con las necesidades de la praxis concreta.
            Para contribuir a la transformación del mundo la filosofía debe salir de sí misma, el proyecto de transformación planteado por ella, debe ser asimilado por aquellos que se constituirán en actores de esa transformación, por lo que la primera labor es la educación. Nada se gana con elaborar una teoría que se presente como la respuesta a todos los problemas, si ésta no es comprendida por los miembros de la sociedad, aquellos capaces de hacer los cambios necesarios. Una filosofía vinculada con la práctica se propone cambiar una situación, para ello sale de sí estableciendo mediaciones, se constituyen medios para poder actuar de forma práctica. Sostiene Sánchez Vázquez: “de ahí que la teoría haya de ser arrancada de su estado meramente teórico y, por las mediaciones adecuadas, tratar de realizarla” (p. 284). El filósofo o grupo de filósofos que se asume como agente de cambios necesita salir de la especulación teórica, para poder establecer esas mediaciones y así tratar de realizar los fines que la teoría se ha planteado.

3.

            Consideramos-y aquí se introduce el último punto- que las mediaciones son posibles sólo si previamente se ha asumido un compromiso con esa praxis, con la totalidad de las acciones, al respecto Leopoldo Zea nos dice “El compromiso en filosofía no se refiere a un convenio interesado, a una obligación contraída a cambio de determinadas ventajas políticas, sociales o económicas; sino al compromiso inevitable que todo hombre, filósofo, o no, tiene con su circunstancia, realidad o mundo” (p. 57). En este sentido, el filósofo asume un compromiso con un pasado que no forjó y con un futuro que está por construir, esta actitud implica una responsabilidad respecto a la sociedad en la que se encuentra situado. Nacemos a lo interno de una sociedad en la que no somos responsables por su pasado, por cómo se ha constituido, pero sobre la base de conocer su historia se construye el futuro ante el que se es responsable, se asume el compromiso. Escuchemos a Zea: “El filósofo es el hombre más consciente de ésta su situación comprometida. Y ante ella no sólo trata de asumir su responsabilidad como individuo, sino que además, y en esto está la universalidad de su obra, trata de asumir esta responsabilidad como si él encarnase a toda la humanidad. (p. 58)”. Comprendemos que el compromiso se tiene respecto a la totalidad de la situación, la circunstancia que ha tocado vivir.

             La única forma de asumir el compromiso y poder hacernos responsables de una situación es conocerla, haciendo de la estructura de la totalidad de las acciones de una época el objeto de nuestra reflexión, la tarea consiste en dirigir la mirada a nuestra sociedad, para poder preguntarnos por nuestros problemas. La filosofía vuelca su vista hacia la praxis que se desenvuelve en la sociedad concreta, descubre las prácticas de dicha sociedad. Sólo estando en contacto con ella es posible conocer los problemas que se padecen, para comprometerse y asumir la responsabilidad. El llamado de Zea es claro “tenemos que tomar conciencia de nuestra situación para hacernos responsables por ella. (p. 67). La posibilidad de hacer filosofía se encuentra en ese reto y esa actitud, porque de no ser así nos advierte el propio Zea “no pasaremos de ser profesores de filosofía enseñando a unos aspirantes a profesores de filosofía. (p. 68).” Es una exhortación a conocernos, a que nuestra filosofía parta de la comprensión de nuestra situación.
            Veinte años más tarde, en el marco del surgimiento de la Filosofía de la liberación, el maestro Zea dirá que el compromiso es con la lucha por la emancipación de los pueblos latinoamericanos, en función de la lucha por la liberación de la humanidad. Es el compromiso del filósofo con la praxis concreta, con la actividad práctica que tiene por objetivo la liberación respecto a una situación de injusticia. El filósofo descubre al interior de la sociedad una situación de injusticia, que a su vez está produciendo una praxis por parte de los que son víctimas de ella, al hacerlo puede asumir el compromiso y la responsabilidad que conlleva.  La conciencia de la situación hará que su filosofía plantee como fin la transformación de la misma.
Dentro de una sociedad existen situaciones de injusticia que se han producido de forma intencional o no, éstas generan víctimas, aquellas personas que padecen las consecuencias de las acciones injustas. En función de superar dicha circunstancia las víctimas se organizan y producen una actividad práctica, una praxis concreta de liberación respecto a una realidad insoportable. El filósofo una vez que ha asumido el compromiso, descubre esa situación y comprende la totalidad de las acciones que la producen, debe hacerse responsable, lo cual implica tomar una actitud frente a esa praxis. Su filosofía podrá contener la exigencia de cambio respecto a la injusticia. Una vez que ha sucedido este proceso será necesario salir de la filosofía para establecer las mediaciones que lleven a la práctica esos fines, la necesidad de cambio.  
            Pero Enrique Dussel nos recuerda que ese compromiso advierte riesgos, presenta la posibilidad real de perder privilegios, cátedras, la libertad y en último término la vida. Lo padeció éste en carne propia cuando se vio fuera de la universidad junto a otros 18 profesores de la escuela de filosofía, o al ser objeto de un atentado bomba en su casa. Le sucedió a Ignacio Ellacuría filósofo español y rector de la Universidad Centroamericana en el Salvador, cuando fue asesinado por mercenarios, junto a cinco padres jesuitas más y dos mujeres, acusados de sostener la teología de la liberación. El compromiso del filósofo hacia la praxis de la liberación de ciertos sectores sociales, o hacia los principios que sostienen sus ideas supone el riesgo real de la muerte, siendo una expresión auténtica que hace posible la mediación para la actividad práctica.
            Es necesario abrir la discusión respecto al papel de la filosofía dentro de nuestra sociedad. Los filósofos señalados acá son sólo un ejemplo de la reflexión respecto al carácter práctico o no de la filosofía en nuestro continente. Son a su vez la demostración de que la labor filosófica en nuestras latitudes cuenta con sólidos frutos, que formando parte ya de una tradición, merecen ser consultados a la hora de trazar nuevos senderos.
Manuel Azuaje Reverón.

Bilbliografía.
·         Dussel, E. (1983). Praxis Latinoamericana y Filosofía de la liberación. Bogotá: Editorial Nueva América.
·         Sánchez Vázquez, A. (2003). Filosofía de la praxis. México: Siglo XXI.
·         Zea, L. (1991). La filosofía como compromiso de liberación. Caracas: Biblioteca Ayacucho. 

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