A
Leopoldo Zea en los 100 años de su nacimiento
Y a
Arturo Andrés Roig que este año
se sembró en el continente.
Filosofía
de la praxis y compromiso en América Latina.
0.
Frente
a los retos que se le presentan a la filosofía en el mundo actual y
especialmente en la Venezuela contemporánea, es urgente poner en el tapete la
reflexión en torno a la relación entre la filosofía y la realidad, preguntar
por su carácter práctico y el papel que le corresponde jugar dentro de una
sociedad. Para ello expondremos algunos aportes que sobre el tema nos han
legado los filósofos latinoamericanos Adolfo Sánchez Vázquez, Enrique Dussel y
Leopoldo Zea.
1.
El
primer punto que será abordado es el concepto de praxis. Inicialmente es
necesario distinguir entre la actividad en general y la actividad humana en
particular. Por actividad en general se entenderá el acto por medio del cual un
sujeto activo modifica una materia, siendo irrelevante qué tipo de sujeto es,
pudiéndose tratar tanto de animales, como de objetos que se relacionan entre
sí. En el caso de la actividad humana se produce la intervención sobre un
objeto, de modo que su transformación existe dos veces, una como resultado
ideal (proyecto) y otra como “producto real”. Debido a esta condición se dice
que la actividad humana es consciente, porque por medio de la conciencia se
establece el resultado ideal, que orienta la actividad. Este resultado ideal es
una motivación que indica el objetivo del acto, caracteriza a la actividad
humana como teleológica. Nos dice Sánchez Vázquez “la actividad humana es, por
tanto, conforme a fines, y éstos sólo existen por el hombre, como productos de
su conciencia” (p.266). La intervención de la conciencia, en el establecimiento
de los fines que orientan a la actividad, determina el carácter humano de la
misma.
Veamos
el proceso detalladamente. Los seres humanos reproducen su vida material de
acuerdo a sus necesidades fundamentales, esta actividad reproductiva incide
directamente sobre la naturaleza, la transforma, de igual modo sucede con las
relaciones entre personas y frente a la sociedad en general. Esa práctica
constituye el contenido respecto al cual la conciencia establece los fines, el
resultado ideal que motiva la transformación a partir de la cual se genera el
producto real. Esta relación, es descrita con fines didácticos suponiendo la
primacía de la práctica sobre la conciencia, es decir, es una primacía de orden
lógico dentro del discurso, más no temporal. La práctica transforma de acuerdo
a necesidades materiales, mientras que a su vez responde a los fines
establecidos en la conciencia, siendo que la última actualiza una práctica
dada. Esta codeterminacion entre lo práctico y lo reflexivo ilustra el carácter
social de la conciencia.
La transformación de la realidad
acorde a fines, es una expresión de la relación no armónica entre los seres
humanos y su entorno, que motiva una
negación de la realidad dada en función de construir otra. De haber armonía no
existiría ningún deseo de cambio. En este sentido, la conciencia que pone los
fines está entrelazada con esa realidad, no se encuentra en estado puro, sino
que se trata de una conciencia social. En palabras del autor “el fin, por lo
tanto, prefigura aquí el resultado de una actividad real, práctica, que ya no
es pura actividad de la conciencia”. Es
decir, la actividad no es un acto exterior respecto a un objeto, sino que se
produce desde una relación interior en el sujeto con esa práctica. El movimiento
de lo práctico significa una actualización de la conciencia. La actividad que
se ha venido desarrollando produce nuevas necesidades que serán establecidas
como fines desde la conciencia.
A partir de lo dicho, la praxis se
puede definir del siguiente modo: es la actividad práctica exclusivamente
humana por medio de la cual se transforma la naturaleza, la sociedad o las
personas reales, ésta se adecua de acuerdo a fines que son establecidos por los
sujetos. El fin en general consiste en transformar la realidad respondiendo a
necesidades humanas.
La anterior es una definición
estricta de la praxis, desarrollada a partir de las ideas expuestas por Adolfo
Sánchez Vázquez en el ya clásico texto Filosofía
de la praxis. Enrique Dussel en su libro “Praxis latinoamericana y
filosofía de la liberación” expresa una definición más amplia en tanto que la
praxis es concebida como “la estructura total de las acciones de una época”, el
mundo de vida dentro del cual se elabora una teoría. Esta totalidad de las
acciones constituye una realidad social dada que carga de sentido alguna de las
afirmaciones que el filósofo hace. La praxis será la totalidad de las acciones
que se relacionan unas a otras y configuran el conjunto de la sociedad. Para
este filósofo un ejemplo claro lo constituyen las universidades, la cuales en
tanto que instituciones sociales influyen en el que-hacer filosófico, ya que
“no hay práctica filosófica sin aparatos de enseñanza-aprendizaje (las
universidades, revistas, conferencias, etc.) (p. 30). Pero no sólo éste es el
caso, cada grupo de relaciones que se establecen dentro de una sociedad,
configura parte de la mentalidad del filósofo que se mueve dentro de ellas.
Hasta ahora contamos con una idea de
praxis que tiene un sentido general, como la totalidad de las acciones a lo
interno de una sociedad, y un sentido estricto concreto, en tanto que la
actividad práctica humana que transforma una realidad, de acuerdo a fines que
se establecen en función de satisfacer necesidades.
2.
Corresponde ahora reflexionar en
torno a la relación entre la filosofía y la praxis entendida en sus dos
niveles. Respecto a una época, la filosofía surge como un conjunto sistemático
de ideas que en cierta dimensión “explican, ocultan, justifican o critican” esa
praxis. No quiere decir que toda la teoría cumple esta función, pero sí que en
una dimensión de ella se expresa la actitud respecto a la praxis social. La
filosofía contará con una autonomía relativa respecto a la realidad, que le
permite asumir formas universales, así como pasar de lo puramente descriptivo a
lo especulativo. De no darse este último paso la teoría estaría atada
exclusivamente a la contingencia de lo práctico. Pero además, necesita cierto espacio de
autonomía propia que la deje especular respecto a las necesidades, para así
poder constituir esos fines que luego motivan la práctica. Desde esta autonomía
puede comprenderse, que la teoría influencie luego transformaciones sobre esa
praxis establecida. Esa relación respecto a la praxis estará presente siempre,
sea asumida o no por el pensamiento en cuestión.
Una prueba de ello es la presencia
de elementos sociales e históricos en el pensamiento de los grandes filósofos,
lo cual no invalida sus discursos sino que muestra su carácter humano, así como
la relación con el espíritu concreto de una época. Hace explícito el carácter
social de la conciencia, revelando que no se trata de una conciencia pura,
deshumanizada.
Respecto al sentido estricto de la
praxis, es necesario expresar la acotación que hace Sánchez Vázquez en su libro.
La teoría no contiene en sí misma una posibilidad práctica, ya que si bien
puede transformar percepciones respecto a representaciones, o crear hipótesis y
sistemas de conceptos, de ninguna manera transforma la realidad. La teoría no
puede acceder de forma práctica a una realidad, ni tiene herramientas que le
permitan transformar la naturaleza, la sociedad o las personas reales, es
decir, que no cumple con las condiciones de la praxis, no es una actividad
práctica. Por esta razón es incorrecto hablar de praxis teórica o praxis
filosófica, a menos que el concepto
mismo de praxis se extienda hasta que pierda su sentido. La teoría nos provee
de un conocimiento indispensable para esa transformación, pero ella por sí sola
está imposibilitada de hacerlo. Esto quiere decir que juega un papel
fundamental dentro de los procesos, pero es necesario algo más que la pura
reflexión teórica para hacer cambios o dirigirse hacia lo práctico.
No es distinto el caso de la filosofía, aún aquella que
orienta su reflexión a la praxis, que se propone la necesidad de cambiar una
situación, por sí sola no está en condiciones de hacerlo. Siendo así, pese a
que la filosofía puede impactar en una sociedad, y de hecho conocemos múltiples
ejemplos de cómo una teoría filosófica ha influenciado cambios, no es ella la
que transforma, porque en palabras de Sánchez Vázquez “A nuestro juicio, la
filosofía ni como interpretación del mundo ni como instrumento teórico de su
transformación es de por sí, de un modo directo e inmediato, praxis” (p. 283). Pero
no se ha de comprender esta afirmación como un desprecio por la teoría, al
contrario, ésta abre las puertas para la posibilidad de los cambios, en la
medida en que los concibe ya está siendo pensada la alternativa, están
creándose las condiciones teóricas, se trata de darle su justo lugar a la
reflexión.
Una aclaración de este tipo nos
permite comprender la afirmación e inquietud de un filósofo como Leopoldo Zea,
respecto a la adopción de teorías externas a nuestra realidad en función de
cambiarla. En nuestro continente, durante muchos años nos dedicamos a buscar
respuestas a nuestros problemas en teorías foráneas, sin comprender previamente
las condiciones internas de nuestras sociedades, sucediendo que como nos dice
Zea “adoptar por ejemplo, la constitución de los Estados Unidos no nos ha
convertido en un conjunto de pueblos demócratas y liberales. Como tampoco la
adopción del positivismo hizo de nosotros hombres prácticos, capaces de
inventar y utilizar las técnicas que ahora imperan en el mundo” (p. 294). Es
decir, que la importación de teorías no transforma a nuestras naciones, porque
la teoría por sí sola no cambia nada, mucho menos si no se corresponde con las
necesidades de la praxis concreta.
Para contribuir a la transformación
del mundo la filosofía debe salir de sí misma, el proyecto de transformación
planteado por ella, debe ser asimilado por aquellos que se constituirán en
actores de esa transformación, por lo que la primera labor es la educación.
Nada se gana con elaborar una teoría que se presente como la respuesta a todos
los problemas, si ésta no es comprendida por los miembros de la sociedad,
aquellos capaces de hacer los cambios necesarios. Una filosofía vinculada con
la práctica se propone cambiar una situación, para ello sale de sí
estableciendo mediaciones, se constituyen medios para poder actuar de forma
práctica. Sostiene Sánchez Vázquez: “de ahí que la teoría haya de ser arrancada
de su estado meramente teórico y, por las mediaciones adecuadas, tratar de
realizarla” (p. 284). El filósofo o grupo de filósofos que se asume como agente
de cambios necesita salir de la especulación teórica, para poder establecer
esas mediaciones y así tratar de realizar los fines que la teoría se ha
planteado.
3.
Consideramos-y aquí se introduce el
último punto- que las mediaciones son posibles sólo si previamente se ha
asumido un compromiso con esa praxis, con la totalidad de las acciones, al
respecto Leopoldo Zea nos dice “El compromiso en filosofía no se refiere a un convenio
interesado, a una obligación contraída a cambio de determinadas ventajas
políticas, sociales o económicas; sino al compromiso inevitable que todo
hombre, filósofo, o no, tiene con su circunstancia, realidad o mundo” (p. 57).
En este sentido, el filósofo asume un compromiso con un pasado que no forjó y
con un futuro que está por construir, esta actitud implica una responsabilidad
respecto a la sociedad en la que se encuentra situado. Nacemos a lo interno de
una sociedad en la que no somos responsables por su pasado, por cómo se ha
constituido, pero sobre la base de conocer su historia se construye el futuro
ante el que se es responsable, se asume el compromiso. Escuchemos a Zea: “El
filósofo es el hombre más consciente de ésta su situación comprometida. Y ante
ella no sólo trata de asumir su responsabilidad como individuo, sino que
además, y en esto está la universalidad de su obra, trata de asumir esta
responsabilidad como si él encarnase a toda la humanidad. (p. 58)”. Comprendemos
que el compromiso se tiene respecto a la totalidad de la situación, la
circunstancia que ha tocado vivir.
La única forma de asumir el compromiso y poder
hacernos responsables de una situación es conocerla, haciendo de la estructura
de la totalidad de las acciones de una época el objeto de nuestra reflexión, la
tarea consiste en dirigir la mirada a nuestra sociedad, para poder preguntarnos
por nuestros problemas. La filosofía vuelca su vista hacia la praxis que se
desenvuelve en la sociedad concreta, descubre las prácticas de dicha sociedad.
Sólo estando en contacto con ella es posible conocer los problemas que se
padecen, para comprometerse y asumir la responsabilidad. El llamado de Zea es
claro “tenemos que tomar conciencia de nuestra situación para hacernos responsables
por ella. (p. 67). La posibilidad de hacer filosofía se encuentra en ese reto y
esa actitud, porque de no ser así nos advierte el propio Zea “no pasaremos de
ser profesores de filosofía enseñando a unos aspirantes a profesores de
filosofía. (p. 68).” Es una exhortación a conocernos, a que nuestra filosofía
parta de la comprensión de nuestra situación.
Veinte años más tarde, en el marco
del surgimiento de la Filosofía de la liberación, el maestro Zea dirá que el
compromiso es con la lucha por la emancipación de los pueblos latinoamericanos,
en función de la lucha por la liberación de la humanidad. Es el compromiso del
filósofo con la praxis concreta, con la actividad práctica que tiene por
objetivo la liberación respecto a una situación de injusticia. El filósofo
descubre al interior de la sociedad una situación de injusticia, que a su vez
está produciendo una praxis por parte de los que son víctimas de ella, al
hacerlo puede asumir el compromiso y la responsabilidad que conlleva. La conciencia de la situación hará que su
filosofía plantee como fin la transformación de la misma.
Dentro
de una sociedad existen situaciones de injusticia que se han producido de forma
intencional o no, éstas generan víctimas, aquellas personas que padecen las
consecuencias de las acciones injustas. En función de superar dicha
circunstancia las víctimas se organizan y producen una actividad práctica, una
praxis concreta de liberación respecto a una realidad insoportable. El filósofo
una vez que ha asumido el compromiso, descubre esa situación y comprende la
totalidad de las acciones que la producen, debe hacerse responsable, lo cual
implica tomar una actitud frente a esa praxis. Su filosofía podrá contener la
exigencia de cambio respecto a la injusticia. Una vez que ha sucedido este
proceso será necesario salir de la filosofía para establecer las mediaciones
que lleven a la práctica esos fines, la necesidad de cambio.
Pero
Enrique Dussel nos recuerda que ese compromiso advierte riesgos, presenta la
posibilidad real de perder privilegios, cátedras, la libertad y en último
término la vida. Lo padeció éste en carne propia cuando se vio fuera de la
universidad junto a otros 18 profesores de la escuela de filosofía, o al ser
objeto de un atentado bomba en su casa. Le sucedió a Ignacio Ellacuría filósofo
español y rector de la Universidad Centroamericana en el Salvador, cuando fue
asesinado por mercenarios, junto a cinco padres jesuitas más y dos mujeres,
acusados de sostener la teología de la liberación. El compromiso del filósofo
hacia la praxis de la liberación de ciertos sectores sociales, o hacia los
principios que sostienen sus ideas supone el riesgo real de la muerte, siendo
una expresión auténtica que hace posible la mediación para la actividad
práctica.
Es necesario abrir la discusión
respecto al papel de la filosofía dentro de nuestra sociedad. Los filósofos
señalados acá son sólo un ejemplo de la reflexión respecto al carácter práctico
o no de la filosofía en nuestro continente. Son a su vez la demostración de que
la labor filosófica en nuestras latitudes cuenta con sólidos frutos, que formando
parte ya de una tradición, merecen ser consultados a la hora de trazar nuevos
senderos.
Manuel
Azuaje Reverón.
Bilbliografía.
·
Dussel, E. (1983). Praxis Latinoamericana y
Filosofía de la liberación. Bogotá: Editorial Nueva América.
·
Sánchez Vázquez, A. (2003). Filosofía de la
praxis. México: Siglo XXI.
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