Una reflexión para la discusión
Una vez que han pasado las
elecciones, habiendo obtenido una importante victoria, teniendo en cuenta la
fuerza del contendor, no Capriles sino el conjunto de factores de poder aliados
contra el proceso, ha llegado la hora de analizar críticamente un conjunto de elementos internos del proceso que necesitan ser mejorados. Urge la
profundización y revolución de muchos ámbitos, pero para ello se deben
identificar los problemas por medio de la crítica. Por esta razón, la siguiente
reflexión se referirá exclusivamente al papel de la crítica en sí misma.
Ha
pasado una semana desde las elecciones presidenciales, durante ella se pudo
apreciar un fenómeno valioso. La mayoría de los camaradas entendieron la
necesidad histórica de lograr la victoria de Chávez, sabiendo que ello exigía
unificar las fuerzas en función del objetivo, dejar de lado enemistades
internas y suspender la autocrítica, al menos de forma pública. Pero una vez pasado
el día 7 de octubre, al igual que se desborda el lago de Valencia, tinta ha
corrido por todos los medios, expresando la crítica y el descontento con
respecto a las fallas internas, con especial acento en las próximas elecciones
de gobernadores.
De
forma avasallante, la crítica, virulenta en algunos casos, moderada en otros y
en ambos no menos certera, se ha apoderado de las redes sociales y páginas
revolucionarias, tanto nacionales como internacionales. Sucede lo propio en
tabernas, pasillos de universidades, encuentros en la calle, cafetines y
reuniones espontáneas, donde los comentarios sobre la necesidad de profundizar
la revolución o el descontento con candidaturas inundan el ambiente.
Esta
situación genera la criminalización de la crítica, como ya ha sucedido a ocasiones similares, sea por
parte de la dirigencia y los medios de comunicación estatales, o desde los
mismos camaradas que se dedican a estampar etiquetas de contrarrevolucionario o
traidor a diestra y siniestra. Por otro lado, y es lo que se está desarrollando en
este artículo, es necesario pensar la crítica en sí misma y su función. Si se da en los espacios antes referidos es por la frustración de muchos
camaradas, que no teniendo otros, emiten los comentarios donde se puede, de cara
a una cerveza, un café o frente a un teclado.
La
crítica ha quedado reducida a esos espacios porque no se han creado los adecuados, o se han sido desmantelados por aquellos que consideran que criticar
es atentar contra la revolución. Los espacios que hay son estériles,
conversar álgidamente sobre los problemas del proceso en una tasca, hasta que
los niveles de alcohol lleven a los gritos, o cambiar el mundo en un cafetín, todos
los días el mismo grupo de personas, para en caso último sentarse a teclear con
fuerza durante horas, no lleva sino al desahogo. En muchos casos, en las redes
sociales confluyen camaradas que comparten las mismas inquietudes y se
producen una parranda de comentarios, que terminan haciendo sentir bien a
quien los emite pero no quiere decir que sea práctico en el fondo.
La
crítica oxigena los procesos cuando es bien canalizada, permite la
identificación de aquellos problemas que aquejan directamente, hace posible
plantear cambios en espacios que otros quizás no puedan observar. De igual
modo, la discusión colectiva de los problemas, bien llevada, produce que se
transformen posturas, se identifiquen puntos de vistas e incluso se creen
propuestas concretas de cambio en función de la construcción colectiva.
Pero
para que esto suceda, se deben constituir los espacios adecuados para esa
construcción colectiva de posturas, frente a los problemas que masivamente son
identificados. Donde sea posible que la crítica llegue a algún nivel desde el
cual pueda concretarse como transformación, no un encuentro para conversar, al
menos no exclusivamente, sino espacios prácticos para el ejercicio
revolucionario. El repetido fracaso del llamado a las 3R y las 3R al cuadrado,
tiene que ver justamente con la ausencia de espacios orgánicos de trabajo
crítico.
Desde
estos lugares que necesitan ser creados, se puede avanzar hacia donde se quiere,
empezando por la identificación colectiva del momento adecuado para emitir los
comentarios, siempre necesarios a lo interno, pero que en ocasiones hacerlos
públicos puede llevar hacia la disgregación y las divisiones, lo que termina produciendo un favor a la derecha en vez de ayudar a la consolidación del proceso.
No
es menos urgente acotar la necesidad de que cada uno haga una revisión interna,
para que viéndose a sí mismo sepa cuándo es sujeto de la transformación y no simplemente
un emisor de juicios, por lo fácil que resulta criticar en vez de practicar.
Para llevar a cabo el paso de la crítica a la práctica es imprescindible
construir esos espacios, al igual que para combatir el tareísmo acrítico, se
debe presionar con la palabra y la acción interna, para no perder la
oportunidad histórica que se vive.
Manuel Azuaje Reverón.
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