Vistas de página en total

martes, 27 de noviembre de 2012

La traición del verbo.



Antivalores en el discurso de la izquierda.
Resulta frecuente encontrar en nuestras expresiones cotidianas, verbos de dominación y sentidos que expresan los antivalores más conservadores. Sea por un aparente descuido o por una explícita intención, hablamos sobre el otro usando un lenguaje que refiere al machismo, al clasismo, a la homofobia entre otros elementos.
En ocasión de una de estas situaciones una compañera recordaba que el lenguaje no es inocente. El lenguaje está cargado de cultura, contiene los elementos profundos de nuestro pensar, el imaginario con el que nos movemos en nuestra sociedad, cada una de las palabras empleadas supone significados que se adecúan socialmente a una intención, tanto del que la emite como de los receptores de la misma.     
  
Nos encontramos ante la situación de que creyendo expresar una idea liberadora, usamos palabras cargadas de sentidos que refieren a la violencia hacia un sector de la sociedad, pero no sólo al sector en general sino a sujetos particulares, los cuales son agredidos por las palabras en cuestión. Suelen ser verbos que representan una cosificación del otro, tales como “poseer”, “tener”, “conquistar”, así como el empleo de adverbios posesivos tales como tuyo, mío, nuestro.

Pero no sólo se trata del uso de ciertas palabras sino de también de sentencias completas, que siendo altamente ofensivas, se usan para agredir directamente a sectores sociales opuestos a nuestras ideas políticas. Su uso demuestra la existencia de esos antivalores.

La presencia de estos elementos, no sólo se expresa el carácter social y situado temporalmente del lenguaje, sino que muestra aquello que se halla en el preconsciente,  palabras que surgen a la hora de emitir algún mensaje. Se ponen al descubierto aquellos contenidos ocultos que constituyen nuestra forma de pensar así como nuestra actitud real. Parafraseando la sentencia popular, “nos traiciona el verbo”.

Esta situación, que debemos primero descubrir en nosotros mismos y luego en nuestro entorno más inmediato, se aprecia con frecuencia en el discurso que alguno de los opinadores de nuestra izquierda emite respecto a actores sociales de la oposición. Lo vimos durante casi toda la campaña presidencial, cuando se intentó vincular negativamente la figura del candidato opositor con una tendencia sexual, haciendo uso de la homofobia más recalcitrante, con preocupación se vuelve a observar actualmente en la forma verbal con que se ataca a la ex jueza Afiuni haciendo uso del lenguaje misógino más agresivo.

Situaciones como ésta deben ser develadas y denunciadas con contundencia. Porque no podemos permitir que nuestro discurso, que nuestro lenguaje, tenga por forma y contenido los antivalores conservadores que queremos transformar. Esta labor no le corresponde nada más a los sectores aludidos, todo aquel que se asume revolucionario tiene que primero revisarse y reaccionar frente a la violencia verbal de la explotación.

El reto fundamental consiste en producir en nosotros una revolución del verbo, una emancipación del lenguaje, tanto con el que pensamos silenciosamente, como con el que interactuamos con los otros y denunciamos las canalladas de aquellos que pretenden sostener la explotación. Para ello debemos penetrar en nuestro inconsciente, reconocer los antivalores y transformarnos desde la práctica.  

En la medida en que creamos un lenguaje artificial, exclusivamente para ser usado en ciertos espacios, surgirán a lo interno de él aquellas palabras o expresiones que expongan los contenidos reales de lo que pensamos. No se trata de una transformación exclusivamente mental, es la práctica coherente de identificación y corrección de los errores la que nos permitirá cambios permanentes.

Manuel Azuaje Reverón.

2 comentarios:

  1. En ocasiones (más de la cuenta)hablamos y nos dejamos llevar por la pasión y los ánimos y no llegamos a medir lo importante q resultan las palabras y el impacto q pueden causar en quienes nos leen y mucho más quienes nos escuchan, también parece q manejamos discursos preestablecidos para cada momento, sin embargo en lo común, cotidiano, en lo sencillo dejamos ver quienes somos y como pensamos, eso es natural y no se puede manejar u ocultar tan fácil.

    ResponderEliminar
  2. Tienes razon a veces nos dejamos llevar por los sentimientos sin medir las palabras, yo misma me siento arrepentida de haber dicho "rastrerita" a una persona en twitter el dia seis en la noche, me siento mal por haberlo hecho pero me deje llevar por la rabia de ver la manero en que ella se expresaba de nuestro sentimiento por la partida de nuestro comandante, no me justifico ni creo que este bien haberlo hecho, me propongo no volver a caer en provocaciones, pero asi como nosotros debemos frenar los impulsos y no dejarnos llevar por la rabia u otras emociones, ellos también deberían medir las cosas tan feas que dicen acerca de nosotros y la manera en que se expresan, pido a Dios me perdone por haber insultado a alguien así y ojala ellos también tomen conciencia de la manera en que se expresan de nosotros, pues uno de los insultos que usaron contra mi fue "cachifa" no soy una empleada de servicio, ni me parece indigna esa ocupación, pero me molesto mucho que denigren ese tipo de empleo solo por tener buena posición, ¿osea que la persona que les sirve en sus casas no merece respeto?, muy buena tu nota y lo tomare en cuenta.

    ResponderEliminar