Antivalores
en el discurso de la izquierda.
Resulta
frecuente encontrar en nuestras expresiones cotidianas, verbos de dominación y
sentidos que expresan los antivalores más conservadores. Sea por un aparente descuido
o por una explícita intención, hablamos sobre el otro usando un lenguaje que
refiere al machismo, al clasismo, a la homofobia entre otros elementos.
En
ocasión de una de estas situaciones una compañera recordaba que el lenguaje no
es inocente. El lenguaje está cargado de cultura, contiene los elementos
profundos de nuestro pensar, el imaginario con el que nos movemos en nuestra
sociedad, cada una de las palabras empleadas supone significados que se adecúan
socialmente a una intención, tanto del que la emite como de los receptores de
la misma.
Nos
encontramos ante la situación de que creyendo expresar una idea liberadora,
usamos palabras cargadas de sentidos que refieren a la violencia hacia un
sector de la sociedad, pero no sólo al sector en general sino a sujetos
particulares, los cuales son agredidos por las palabras en cuestión. Suelen ser
verbos que representan una cosificación del otro, tales como “poseer”, “tener”,
“conquistar”, así como el empleo de adverbios posesivos tales como tuyo, mío,
nuestro.
Pero
no sólo se trata del uso de ciertas palabras sino de también de sentencias
completas, que siendo altamente ofensivas, se usan para agredir directamente a
sectores sociales opuestos a nuestras ideas políticas. Su uso demuestra la
existencia de esos antivalores.
La
presencia de estos elementos, no sólo se expresa el carácter social y situado
temporalmente del lenguaje, sino que muestra aquello que se halla en el preconsciente,
palabras que surgen a la hora de emitir
algún mensaje. Se ponen al descubierto aquellos contenidos ocultos que
constituyen nuestra forma de pensar así como nuestra actitud real. Parafraseando
la sentencia popular, “nos traiciona el verbo”.
Esta
situación, que debemos primero descubrir en nosotros mismos y luego en nuestro
entorno más inmediato, se aprecia con frecuencia en el discurso que alguno de
los opinadores de nuestra izquierda emite respecto a actores sociales de la
oposición. Lo vimos durante casi toda la campaña presidencial, cuando se
intentó vincular negativamente la figura del candidato opositor con una
tendencia sexual, haciendo uso de la homofobia más recalcitrante, con
preocupación se vuelve a observar actualmente en la forma verbal con que se
ataca a la ex jueza Afiuni haciendo uso del lenguaje misógino más agresivo.
Situaciones
como ésta deben ser develadas y denunciadas con contundencia. Porque no podemos
permitir que nuestro discurso, que nuestro lenguaje, tenga por forma y
contenido los antivalores conservadores que queremos transformar. Esta labor no
le corresponde nada más a los sectores aludidos, todo aquel que se asume revolucionario
tiene que primero revisarse y reaccionar frente a la violencia verbal de la
explotación.
El
reto fundamental consiste en producir en nosotros una revolución del verbo, una emancipación
del lenguaje, tanto con el que pensamos silenciosamente, como con el que
interactuamos con los otros y denunciamos las canalladas de aquellos que
pretenden sostener la explotación. Para ello debemos penetrar en nuestro inconsciente,
reconocer los antivalores y transformarnos desde la práctica.
En
la medida en que creamos un lenguaje artificial, exclusivamente para ser usado
en ciertos espacios, surgirán a lo interno de él aquellas palabras o
expresiones que expongan los contenidos reales de lo que pensamos. No se trata
de una transformación exclusivamente mental, es la práctica coherente de
identificación y corrección de los errores la que nos permitirá cambios
permanentes.
Manuel Azuaje Reverón.
En ocasiones (más de la cuenta)hablamos y nos dejamos llevar por la pasión y los ánimos y no llegamos a medir lo importante q resultan las palabras y el impacto q pueden causar en quienes nos leen y mucho más quienes nos escuchan, también parece q manejamos discursos preestablecidos para cada momento, sin embargo en lo común, cotidiano, en lo sencillo dejamos ver quienes somos y como pensamos, eso es natural y no se puede manejar u ocultar tan fácil.
ResponderEliminarTienes razon a veces nos dejamos llevar por los sentimientos sin medir las palabras, yo misma me siento arrepentida de haber dicho "rastrerita" a una persona en twitter el dia seis en la noche, me siento mal por haberlo hecho pero me deje llevar por la rabia de ver la manero en que ella se expresaba de nuestro sentimiento por la partida de nuestro comandante, no me justifico ni creo que este bien haberlo hecho, me propongo no volver a caer en provocaciones, pero asi como nosotros debemos frenar los impulsos y no dejarnos llevar por la rabia u otras emociones, ellos también deberían medir las cosas tan feas que dicen acerca de nosotros y la manera en que se expresan, pido a Dios me perdone por haber insultado a alguien así y ojala ellos también tomen conciencia de la manera en que se expresan de nosotros, pues uno de los insultos que usaron contra mi fue "cachifa" no soy una empleada de servicio, ni me parece indigna esa ocupación, pero me molesto mucho que denigren ese tipo de empleo solo por tener buena posición, ¿osea que la persona que les sirve en sus casas no merece respeto?, muy buena tu nota y lo tomare en cuenta.
ResponderEliminar