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martes, 10 de julio de 2012

Crítica y autocrítica del machismo silencioso.




Las formas en las que se desenvuelve el machismo suelen ser más silenciosas de lo que creemos, pese al trabajo permanente de colectivos dedicados a desnudar los mecanismos de reproducción de la dominación, existen un conjunto amplio de conductas que ocultas tras la cotidianidad se hacen pasar como naturales, que por ser  asumidas como “normales” nos negamos a transformar. Algunas de ellas se esconden en las justificaciones de quien no asume la necesidad real de cambiar, por no identificarse como un reproductor de la dominación, asimila y emite el discurso desde el cual se denuncia la opresión histórica y social sobre las mujeres a través de instrumentos como el Estado, los medios de producción económica y de difusión cultural, más no se reconoce como un producto también de una ideología.
En el fondo es el viejo tema de la teoría y la praxis, lejos de quedarnos con el discurso emotivo, la denuncia en las redes sociales, debemos asumirnos como factores de transformación. No basta con denunciar las agresiones de género, o afirmar que no tratamos a las compañeras como un objeto-mercancía sexual, sino que en la práctica inmediata seamos capaces de saber cuándo estamos reproduciendo conductas opresivas, violencia machista disfrazada de “la naturaleza de las relaciones entre el hombre y la mujer”. Se trata de ser realmente coherentes.
Es necesario que nos veamos en nuestro contexto nacional y cotidiano, hagamos visible los modos como se somete a las mujeres a llevar una vida dentro de un esquema donde se les oprime silenciosamente, obligándolas a asumir papeles establecidos o persiguiéndolas al momento en que forman una concepción y postura emancipadora. No deja de suceder lo mismo con otros elementos de igual tipo como el racismo, el clasismo, la homofobia, la xenofobia.  
Cuando asumimos posturas revolucionarias nos toca revisarnos internamente, en cuanto al modo como nos relacionamos diariamente con las mujeres en todos los ámbitos de la vida social, especialmente en la militancia, en cuanto al papel de las compañeras en los movimientos que luchan por la construcción de algo distinto. Elementos tales como la violencia verbal camuflada bajo “piropos”, o el acoso desde el implícito al explícito en lo interno de las organizaciones. Las camaradas no están ahí para ser víctimas de la persecución permanente, que termina de forma implícita haciéndolas pasar por objetos, justificándose bajo la mentalidad invisible se llega a tratarlas con poco respeto. No hay razón para que se tengan que soportar una actitud acosadora. La reflexión debe ser continua, la revisión interna que permita acabar realmente con una visión opresora de la sexualidad. 
 Dicha reflexión trae consigo un conjunto de interrogantes, por ejemplo, en cuanto a cuál es la frontera entre el halago sincero y la agresión. Cómo debemos actuar a la hora de la conquista natural, sabiendo que en los espacios de activación política sucede a diario la aparición de parejas, debido a la interacción continua en un mismo espacio y a la intención de cada uno de tener una compañera con la que compartir las mismas aspiraciones de lucha. ¿No será necesario construir nuevas formas no despóticas de relacionarnos incluso hasta en algo tan aparentemente común como el enamoramiento?
El nivel máximo de coherencia entre la teoría y la praxis se debe dar en la intimidad de la consciencia, rompiendo con toda falsa actuación de aquel que ante la presencia del otro, en el espacio de lo público, aparece como el coherente militante consciente, bien formado, para luego entre otros grupos dar rienda suelta a los antivalores y la violencia verbal. La asimilación es real y debe llegar hasta el diálogo con nosotros mismos en donde no dejan de estar presentes los antivalores que forman parte de nuestro pensamiento. En una sociedad como ésta en la cual la crianza y el bombardeo constante de elementos opresivos nos atrapan es urgente revisarnos críticamente en cuanto a los modos en los que sostenemos y reproducimos la dominación.
Así, nos toca descubrir nuestra propia hipocresía, el entrelazamiento entre cultura de consumo, machismo y dominación. Despertar diariamente ante aquellas actitudes que emergen y que debemos combatir en un diálogo sincero con nosotros mismos, buscando cambiar todo lo que debe ser cambiado también a lo interno. No existe justificación alguna para actuar de modos que no conduzcan a la emancipación de la humanidad toda.
Dice Gioconda Belli:
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor 
conque yo estaré al lado suyo.

Habrá que decirle a ella y a todas:
A la mujer que ame
No querré poseerla ni exhibirla
Sabré estar a su lado acompañándola
Para juntos con nuestro amor
Salvar y construir un mundo.

Manuel Azuaje Reverón.


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