A modo
de síntesis genérica sobre
el evento, es notorio
que fue una oportunidad
valiosa para hacer un
mapa de las principales
fuerzas políticas
del país en la
actualidad, con la
salvedad de que
el partido Voluntad Popular
no estuviera presente,
pero ese hecho también
resulta ilustrativo
en ese sentido. Después
de mucho tiempo tuvimos
una ilustración mediática,
discursiva y colectiva
de los liderazgos
en las organizaciones
partidistas que se
mueven en el ámbito
del poder tradicional,
no fue necesario
ir a varias fuentes,
momentos o discursos
temporalmente distintos,
porque se congregaron
todos ahí. Decimos tradicional
porque en la base,
en la organización
no partidista, hay
otras fuerzas que no
son poco determinantes
en la política nacional.
Más allá
de los comentarios
sobre la conveniencia
o no de la
realización de esa
actividad, las orientaciones
del diálogos, objetivos
que se pueden alcanzar
y el desenvolvimiento
en general del mismo,
nos interesa apuntar al
discurso realizado
por el secretario
general de Acción
Democrática Henry Ramos
Allup. Consideramos importante
hacerlo debido a
la recepción que ha
tenido en la población,
desde la base hasta
algunos líderes, pasando
por el reconocimiento
de que fue el
discurso mejor articulado
de entre los expuestos
por la oposición.
En primera
instancia Ramos Allup
parte increpando directamente
al Presidente Nicolás Maduro,
lo cual le servirá
para más adelante para
culparlo de todos
y cada uno de
los problemas que plantea,
así como para intentar
posicionarse como un
interlocutor a su
altura. De inmediato,
sostiene que esa
reunión tiene 15
años de atraso, porque
se trata de un
espacio normal en
cualquier país democrático,
cuando sabe Ramos que
eso no es verdad,
basta mirar lo que
le ha costado a
Colombia llegar a
un espacio de negociación,
que ni por casualidad
se desarrolla en el
Palacio de Nariño,
o ver cómo en
Chile Piñera nunca llamó
a los estudiantes
a debatir. Casi ningún
gobierno en condiciones
democráticas tradicionales
abre espacios de negociación
con la oposición,
mucho menos en el
palacio de gobierno,
en todo caso para
eso son los parlamentos.
El
argumento central que
va a presentar
Allup seguidamente, tendrá
que ver con el
carácter inconstitucional
del uso en la
política de términos
y prácticas basadas en
la construcción del
socialismo, la formación
de la hegemonía,
la ruptura revolucionaria
con un pasado y
la constitución de
una efectiva unión cívico-militar.
En cuanto a la
supuesta práctica fuera
de la constitución
que hace el gobierno
seguramente será el
mismo gobierno el que
habrá que defenderse.
Pero lo
importante es que
debemos salir de
la trampa que pone
Ramos Allup, no podemos
discutir en el
marco del esquema propio
de la democracia
liberal-burguesa, pretendiendo
decir que la respetamos.
Al contrario, nosotros apuntamos
a una práctica revolucionaria,
que consolide una hegemonía
popular y avance
hacia el socialismo
precisamente porque buscamos
una ruptura con la
democracia burguesa así
como con su sistema
económico. Para eso
se ha planteado
como necesario la consolidación
de la unión cívico-militar.
Que la constitución
no plasma de manera
directa esta orientación
es un reflejo de
su propia limitación,
del contexto histórico
en el que se
realizó, pero a
su vez no se
puede negar que ella
misma sienta las bases
para un avance progresivo
de la democracia,
sin dejar de caer
en las propias contradicciones
entre una práctica revolucionaria
y el marco jurídico
desde el que se
constituye una República.
La constitución
que funda la República
Bolivariana de Venezuela
es un instrumento
ajustado a su
tiempo, innovador
por demás, que nos
sigue acompañando actualmente
en la construcción
de la democracia
participativa, en la
creación de las
comunas, como ya
lo expone extensamente
Ulises Daal. Es parte
de una etapa de
construcción y en
ese sentido contiene sus
propias limitaciones.
En todo caso, el
socialismo es un
proceso creativo a
través del cual se
busca generar una ruptura
con el sistema de
explotación del trabajo y
crear nuevas formas de
producción, a la vez que se consolida en su forma política como una
democracia participativa. Es difícil
que un proceso que
se ha encontrado
a sí mismo en
esa propia creación,
que ha tenido un
camino no determinado
pudiera estar expresado
de alguna forma en
un instrumento como
la constitución. Si
fuera el caso de
tomarle la palabra
a Ramos Allup en
función de romper
cierto maniqueísmo, más
bien habría que pensar
si no es necesario
de plantear una constituyente
hacia el socialismo.
En cuanto
a la hegemonía,
es necesario afirmar que
efectivamente los revolucionarios
buscamos construir
una hegemonía, una fuerza
que aglutine a todo
el pueblo, en tanto
que los sectores explotados
y excluidos en el
sistema capitalista.
Seguimos luchando en
la consolidación hegemónica
de todos los sectores
que revolucionarios en
función de avanzar
hacia el socialismo,
en la formación
del consenso desde la
base para la consolidación
de un proceso de
transformaciones que debe
ser cada vez más
radical. En ese
sentido es contrario
a la democracia
burguesa que pretende
mantener un supuesto
equilibrio de fuerzas,
siempre y cuando
ninguno de esos
grupos ponga en riesgo
el propio sistema burgués,
ya sobre eso la
historia ha dado
suficientes argumentos.
Es comprensible
que a los oídos
de Ramos Allup, así
como a los de
cualquier miembro de
la oposición, la unión
cívico-militar le resulte
odiosa. Porque fue
esa unión la que
revirtió el golpe
de Estado de Abril
de 2002, ya que, como
es sabido, millones de
personas se movilizaron
exigiendo el retorno
del Presidente Chávez, a
la vez que amplios sectores
militares por un
lado se negaron a
disparar contra el pueblo
y por otro se
sumaron a la
exigencia. En cuanto
a este punto vale
la pena recordar que
más allá de los
alegatos del diputado,
si bien él no
legitimó el golpe
con su presencia
en Miraflores el 12
de Abril, su partido
fue promotor de esa
acción y nunca se
desmarcó de la
misma. De igual manera como hoy
en día no se
desmarca completamente
de la nueva intentona
golpista ni de
la violencia callejera.
En cuanto
a la tesis del
vacío de poder y
luego el golpe de
Estado, el diputado
al Parlamento Latinoamericano
afirma que se trata
de un hecho efectivo
más no expone argumentos
que lo confirmen.
Porque no se entiende
de qué manera el
secuestro del Presidente
Chávez en la noche
del 11 de Abril,
bajo amenaza de bombardeo
al Palacio de Miraflores,
se puede entender como
un vacío de poder,
como si se tratara
de que el Comandante
Chávez decidió ir a
un paseo y durante
dos días no se
supo donde estaba. Desde
un comienzo se trató
de un alzamiento
militar en el
contexto de una
conspiración, que se
consuma como golpe
de Estado cuando Carmona
asume la presidencia
de manera inconstitucional y luego
se eliminan todos los
poderes.
En definitiva,
la unión cívico-militar
es parte de la
historia de las
revoluciones, porque el
ejército es comprendido
no como una fuerza
profesionalizada al servicio
de un poder político
manejado por senáculos,
sino como el pueblo
en armas con la
responsabilidad directa de
trabajar para la
defensa de las
grandes mayoría nacionales.
La época en la
que el partido político
del diputado Henry Ramos
Allup usaba el ejército
para perseguir campesinos,
indígenas y pueblo
en general se acabó,
ya no hay más
espacio para ese
“ejército profesional”
se forme en la
escuela de las
Américas para luego
venir a hacer masacres
en el país. La
unión cívico-militar garantiza
que no se repitan
sucesos como los
del 27 de febrero
de 1989.
Sobre la
división de los
poderes, no se
trata más que la
reiteración de un
argumento que se
viene exponiendo desde hace
tiempo pero que no
ha sido argumentado
con suficientes hechos.
Se parte de la
pura afirmación de que
los poderes no son
autónomos, pero resulta
que la autonomía
de los poderes no
radica en que los
miembros de esos
poderes se enfrenten
entre sí, o presenten
posturas distintas
de la política nacional,
sino que la misma
está garantizada por
el mismo cuerpo jurídico
del país. La oposición
en general parece querer
una separación de poderes
en la medida en
que se suceda lo
que en Honduras con
el Presidente Zelaya y
en Paraguay con el
Fernando Lugo.
En cuanto
a los argumentos
del secretario de Acción
Democrática terminamos
comentando que una
cosa es pedir la
renuncia del presidente
todas las veces que
se quiera, sea que
cualquiera salga a
gritarlo en la
calle, lo escriba o
lo diga por los
medios, otra cosa
es exigir esa renuncia
a través de presiones
callejeras y la
violencia organizada
con fines políticos.
Además que una cosa
es la época de
Rómulo Betancourt, quien
se dedicó con cierta
saña a perseguir
a sus opositores,
y otra es el
tiempo de la República
Bolivariana donde su
carta magna contempla
el revocatorio como
salida popular, de manera
que la existencia
del instrumento convierte
en una necedad eso
de andar vociferando
exigencias
de renuncia al
Presidente.
En
el fondo, lo más preocupante aparte de las ideas de Allup, que no son nuevas,
es la recepción que tuvo en mucha gente, desde la izquierda hasta la derecha,
porque más allá de que ha algunos le pareciera simpática y divertida su
intervención, descubre lo vivo que está el pensamiento socialdemócrata. La
habilidad de la socialdemocracia para generar un discurso que cale en amplios
sectores debe ser una alarma para todos, sobre todo porque es la forma como es
expuesto la que resulta atractiva. A su vez esa alarma debe servirnos de
llamado para visualizar los vestigios socialdemócratas que aún viven a lo
interno de las propias fuerzas revolucionarias.
Hay que recordar que el diputado Ramos Allup representa lo
peor del pasado político venezolano que se niega a desaparecer, un personaje
que fue miembro del extinto Congreso en cuatro ocasiones. Su accionar formó
parte de las políticas represivas, neoliberales y profundamente antipopulares
del pasado. Hay que tener cuidado no
vaya a ser que en algún momento lo que parecía estar sepultado reviva.
Manuel Azuaje Reverón
No hay comentarios:
Publicar un comentario