-¿Qué
va a hacer ahora Comandante?
-Vamos
al poder
-¿A
Miraflores?
-No,
yo no tengo nada que hacer ahí.
Voy
a las catacumbas del pueblo.
Respuestas de
Hugo Chávez a un periodista el 26 de Marzo de 1994.
Luego
de dos años, hacia el final del primer trimestre de 1994, Hugo Chávez
salió de la cárcel. La prensa estimulaba la idea de un candidato presidencial
en carrera directa hacia Miraflores, mientras los articulistas fortalecían la
imagen del teniente coronel, ahora libre, convertido en un aspirante a la silla
presidencial. Pensaban que si había encabezado un alzamiento militar era porque
su único interés consistía en “tomar el poder”. Pero aquel líder en
consolidación ya había dejado muy claro, incluso antes, en las elecciones del
año 1993, que no tenía sentido buscar el mando político del país sin realizar
primero un proceso constituyente para refundar la nación.
Con eso en mente se dedicó de lleno
a la construcción de un gran movimiento nacional, claro en sus objetivos,
sólido en sus principios y con un proyecto político original. El tiempo que va
desde la salida de prisión hasta el triunfo electoral el 6 de diciembre de 1998
corresponde a ese proceso de creación colectiva y fortalecimiento del liderazgo.
Estaba claro que la toma del poder expresado en el gobierno era un despropósito
si antes no se activaba el poder constituyente, que pertenece de manera
intransferible al pueblo. En esos cinco años de recorridos por todo el país la
premisa principal era que “cada uno de esos hombres y mujeres que nos están
oyendo, cada uno de los venezolanos tiene un fragmento de ese poder.”
Era necesario ensamblar cada una de
las partes de ese poder que poseen los miembros del pueblo. El poder se activa con
la organización a través de la cual se van uniendo esos fragmentos. En eso
consiste la constitución del poder popular. Por eso era obligatorio ir a las
catacumbas del pueblo para incorporar al proyecto, al movimiento nacional, a
cada uno de aquellos que poniendo su parte podían activar el poder
constituyente. De esa manera se activa el poder con el que se llega al poder.
En 1997 Chávez expresaba lo expresaba de la siguiente manera:
El poder no se toma como un vaso
de agua, el poder no se improvisa de la noche a la mañana; el poder, así como
las montañas, así como los grandes bosques se van haciendo a mediano y a largo
plazo. Nosotros en estos últimos años si algo hemos venido construyendo es un
gran poder, un poder social, un poder moral, un poder efectivo para hacer
realidad, en 1999, la activación del Poder Constituyente, ése es su nombre
propio.
II
Chávez
comprendía la necesidad de tomar las instituciones, pero para que eso se
realizara plenamente era imprescindible llegar ahí acompañado de ese gran movimiento
nacional, de ese poder constituyente. Estamos ante una visión que no limita el
poder a una sola de sus expresiones, sino que rompe con el antagonismo entre
una concepción instrumental y una relacional. El poder tiene, al menos en la
política, esas dos dimensiones, la fuerza que se activa a través de la
organización popular y el uso de los instrumentos (instituciones) existentes
con fines concretos ¿cuáles? Los que son determinados por el poder
constituyente.
De nada sirve “tomar” el espacio
institucional del poder sin el respaldo legítimo y colectivo del pueblo
activado, listo para la participación democrática; tampoco es funcional y
eficiente un poder constituyente que no toma o entra en relación con las
instituciones del poder constituido. Al mismo tiempo, para construir una fuerza
política es necesario establecer vínculos con algunos llamados “poderes
fácticos”, a esas alianzas Chávez las denominó “polinomio de poder”, donde el peso
determinante para la orientación debe ser el poder popular.
Ese “polinomio de poder” supone
comprender cuáles son los factores con los que formar alianza en torno a un
objetivo, que tiene que ir mucho más allá de alcanzar el gobierno, basándose en
un proyecto a corto, mediano y largo plazo de transformaciones concretas.
También hace referencia a una visión del poder político en construcción que no
excluye establecer vínculos con partidos existentes, organizaciones e
instituciones que de facto son un poder, siempre y cuando subordinen sus
intereses o al menos los hagan confluir en el plan común.
En ese proceso de construcción
política es necesaria la “voluntad de poder”, término que es empleado por
Chávez hacia el final de su vida, pero que ya ponía a funcionar en el período
1994-1998. Es importante hacer la diferenciación respecto a cualquier relación
con la “ambición de poder”, que se utiliza para presentar a los líderes
históricos de la izquierda como personajes obsesionados con la dominación. La
voluntad de poder es la fuerza que mueve al pueblo y hace posible ensamblar
cada uno de los fragmentos del poder que poseen. Con ella, la potencialidad del
poder puede ser algo más que fuerza contenida.
Esa voluntad de poder debe tener como principio y
fin la vida de la comunidad política. En el año 2011, influenciado por la
lectura de Enrique Dussel, Chávez dirá que:
Poner en marcha el querer vivir
es poner en marcha la voluntad de vivir, pero más allá está el poder
verdaderamente. Cuando la gente tiene poder, cuando el pueblo tiene, hay que
decirlo así, es porque puede poner las condiciones, puede disponer de los
recursos necesarios para vivir cada día mejor.
III
Una vez que se produce el triunfo electoral el 6 de
diciembre de 1998 las dos dimensiones del poder van a encontrarse; el poder que
se había activado a través de la organización política y el poder del gobierno.
Es la fuerza del primero la que legitima la transformación del segundo, dando
paso a todo el proceso constituyente. Desde ese momento, Chávez, ahora
presidente de la República, va a generar un esfuerzo práctico y reflexivo para
resolver, lo mejor que posible, las contradicciones que surgen a partir del
encuentro entre esos dos espacios de ejercicio y constitución de relaciones de
poder.
En el contexto de esos primeros años, el poder
popular es pensado inicialmente como una fuerza fiscalizadora a través de la
cual se ejerce la contraloría sobre el gobierno. Esta es la idea de la
democracia participativa tradicional, donde la ciudadanía no toma decisiones
directamente sino que interpela a quienes lo hacen, a través de mecanismos
constitucionales. Sin embargo, el poder que se ha activado tiene una fuerza que
rebasa esa concepción y su fuerza va a ser fundamental para el proceso de
transformación, pasando a jugar un papel cada vez más vanguardista en el
proceso.
El protagonismo de la organización popular en el
fracaso del gobierno golpista en abril del año 2002 va a ser muy significativo
para Chávez, quien ve la necesidad de no solo mantener esa fuerza, sino de
crear espacios donde pueda expresarse con mayor impacto sobre la sociedad. El
llamado a conformar los círculos bolivarianos va a ser un primer esfuerzo para
mantener vivo el poder constituyente como contrapeso al poder constituido,
ahora transformado a través del nuevo marco constitucional. A lo largo de los
años se van desarrollando esos espacios, hasta alcanzar una primera expresión
acabada en los consejos comunales.
La tensión entre los poderes no se va resolver
reduciendo su comprensión a una de sus expresiones. En el pensamiento de Chávez
el poder es tanto activación de la potencialidad latente del pueblo y su
ejercicio en la configuración de nuevas relaciones, como una capacidad para
realizar cosas, un instrumento que hace posible alcanzar objetivos por medio de
un cuerpo de instituciones desde las cuales se da ese ejercicio instrumental. En
el mensaje anual ante la Asamblea Nacional del año 2009 afirmará que:
El poder para nosotros es sólo un
instrumento para hacer justicia y, además, un instrumento para redistribuirlo y
cada día transferirle mayores cuotas de poder político, económico, al pueblo, a
la mayoría, a la nación
Esta idea puede relacionarse con las visiones
tradicionales según las cuales el poder reside solo en el gobierno y desde ahí
se administra. Al respecto, lo primero que habría que decir es que Chávez no
está libre de contradicciones, sin embargo apostamos a un enfoque que comprende
ampliamente la relación entre los dos ámbitos del poder. Esos espacios no
necesariamente están en el mismo nivel, la relación va transformándose y en
revolución el poder popular pasa a ser el contenido que determina la acción que
se realiza desde el gobierno. En términos de Chávez durante una entrevista
concedida a José Vicente Rangel en el año 2012:
El poder es el pueblo, la mayor
parte del pueblo venezolano me ha dado parte de su poder, porque el pueblo es
el dueño del poder político, de ahí la tesis de Dussel: potencia y potestas. Yo
soy sujeto de potestas, tengo potestades. Pero el poder, el sujeto del poder es
el pueblo.
El poder que se activa desde el pueblo hace posible
una toma coherente del poder constituido a través de la conformación de un
movimiento hegemónico, es ese el poder que lleva a tomar el poder y no a que el
poder te tome. Además, ese que reside en el pueblo debe ser la fuerza que mueve
las transformaciones, pero a la vez, desde las instituciones se pueden
transferir competencias y crear espacios donde se exprese la capacidad del
pueblo no ya como potencia sino como ejercicio concreto. Es, podríamos decir, un
movimiento dialéctico de creación de un nuevo poder y articulación de nuevas
relaciones, para que lo que se redistribuya no sean los vicios del poder
constituido sino la fuerza revolucionaria del poder constituyente.
En esto consiste el reto principal. Se deben generar
las estructuras para que la balanza de la relación esté a favor de los sectores
del pueblo que participan en la toma de decisiones. Ahí continúa vigente la
idea planteada por el candidato Chávez: el poder del pueblo necesita activarse
a través de la organización, ella permite ensamblar las partes que le
pertenecen a cada uno y que aisladas no son nada. La democracia participativa y
protagónica necesita espacios para expresarse. En los espacios de participación
política local no se ejerce el poder per se sino que se construye poder, se
activa por medio de la participación política. Cabe plenamente la idea de que
el poder no se tiene, en esos lugares, sino que se ejerce a través de su propia
conformación. Chávez se referirá a ese reto de la siguiente manera:
Formo parte de una especie de corriente de
contrapoder, es decir, para no sólo debilitar, desmontar el entramado del
poder, el poder clásico, el poder concentrado en unas minorías, el Estado
burgués, decía hace cien años Lenin, y luego transformar ese entramado en un
poder que se redistribuya en el del pueblo, la redistribución del poder. Creo
que ése ha sido no sólo lema, razón, ¿cómo se dice?, leiv motiv, de mi
vida desde hace unos 20 años, y sigue siéndolo, redistribuir el poder, pero un
nuevo poder.
IV
Durante los últimos años de su vida, Chávez
comprendió el vínculo existente entre el pueblo organizado y el ejercicio
político desde las instituciones representativas, apelando a la idea del poder
obediencial. Tomada de las lecturas que hiciera del libro de Enrique Dussel Política de la liberación. Volumen II,
se encargó de llamar constantemente a un ejercicio obediencial del poder, que
respondiera de manera directa a los llamados del pueblo y sirviera claramente a
éste. Exigía a todos los candidatos y miembros del gobierno que debían “mandar
obedeciendo” porque el ejemplo se da “gobernando obedeciendo” y “es nuestro camino”. Sentenciaba finalmente
que “el pueblo va a obligarlos a ello.”
Con ese espíritu, en el año 2012 se realizaron las
últimas elecciones que ganó Hugo Chávez. Su campaña estuvo determinada por el
llamado a la constitución de un liderazgo colectivo. Durante los 13 años de
Revolución Bolivariana, las acciones para consumar el objetivo expresado en aquel
gran reto generaron sus frutos. La propuesta de las comunas vino a sinterizar
años de experiencias y reflexiones. Chávez apostó todo a la edificación de
estos espacios, de construcción y activación del poder para su ejercicio, no
como organismos donde se va a ejercer el poder sino donde se va a construir
poder. De esa forma, se desarrolla plenamente la idea del poder popular, que ha
sido una espina dorsal en las orientaciones para la transformación política,
pasando del poder en potencia anterior a las elecciones de 1998 al poder en
acción a través de la idea del Estado Comunal.
Finalmente, podemos concluir que su comprensión fue
ampliándose desde unos principios básicos, hasta constituir una visión del
poder en los dos sentidos expuestos. Su visión parte de la construcción
hegemónica, a través de la activación, desde abajo, de la potencia contenida en
el pueblo, entendiendo que solo la conformación de un gran movimiento anclado
en la base, podía tomar el poder del Estado expresado en el gobierno. Apostó a
ese poder como la fuerza que conduce la revolución y el sujeto protagónico de
las transformaciones. Pero también entendió la necesidad de hacerse con los
instrumentos del gobierno para apoyar, desde arriba, en la creación de espacios
donde el poder del pueblo pudiera constituirse. Por supuesto eso devino en lo
que llamó “la batalla entre el poder constituido del estado burgués y el poder
popular constituyente que despertó del letargo.”. Una lucha no resuelta, pero
que sigue convocando, desde la práctica, al trabajo reflexivo.
Es por eso que, hoy más que nunca, continúa vigente
el llamado:
“Nos resta, siempre nos restará,
profundizar en el alma colectiva y en la práctica cotidiana, con un propósito
superior: la encarnación definitiva del poder popular, el despliegue de toda su
fuerza liberadora, para darle sentido pleno y destino irreversible a la
Revolución Bolivariana.”