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domingo, 26 de noviembre de 2017

LA REVOLUCIÓN ES UNA GUERRA CIVIL PROLONGADA. Notas a los textos de Lenin de 1917


Este texto fue escrito y publicado como introducción a una compilación de artículos de Lenin escritos entre enero y diciembre de 1917. El libro fue publicado  bajo el título de “1917” en octubre de este año por Monte Ávila Editores. 

El centenario de la Revolución Rusa llega cuando las banderas del socialismo vuelven a levantarse alrededor del mundo. Sin embargo, siguen dominando las visiones ideológicas que sobre la URSS se impusieron hacia el final del siglo XX, incluso la izquierda toma distancia frente a las experiencias socialistas de décadas anteriores y declara su ruptura frente a las teorías «clásicas». En los últimos veinte años no pocos autores han disparado desde la izquierda a la experiencia soviética y lo planteado por Lenin, calificando su teoría de la revolución, cuando menos como «vieja». A pesar de eso, fuera de las discusiones académicas, Lenin sigue siendo un revolucionario cuya práctica y pensamiento moviliza a miles de jóvenes en todo el mundo. 

Los artículos, cartas y discursos de Lenin entre enero y diciembre de 1917 representan una radiografía de una época desde la mirada de uno de sus principales protagonistas; son también una biografía intelectual anclada en la militancia y no en la producción teórica abstracta.

El estudio de esos textos representa una oportunidad para poner en manos de la militancia revolucionaria la obra que Lenin elaboro al calor de la construcción hegemónica que condujo a la insurrección de octubre. El líder bolchevique pone en juego las principales categorías del pensamiento marxista para producir una idea de revolución que no está determinada y anclada a la teoría, sino que se fundamenta en el análisis concreto de la situación concreta, donde el pensamiento es contrastado con la realidad.

Esa idea de revolución está relacionada directamente con la premisa que Lenin plasmo a finales de marzo de 1917 y cuyo desarrollo seguiremos en este ensayo. Afirma el dirigente bolchevique que

En tiempos revolucionarios, la situación objetiva cambia con la misma rapidez y brusquedad que el curso de la vida en general. Y nosotros debemos saber adaptar nuestra táctica y nuestras tareas inmediatas a las características específicas de cada situación dada.
            Con esto en mente nos proponemos transitar las ideas elaboradas a lo largo de esos meses, permitiéndonos recorrer los acontecimientos de ese año convencidos de que desentrañar los detalles de ese proceso histórico nos permite sacar conclusiones fundamentales para la revolución hoy. En ese sentido, no sólo salen a la luz los hechos sino la reflexión que sobre ellos hace Lenin, permitiéndonos reconstruir junto a él una teoría de la revolución y recuperar la vigencia del análisis de la situación para el establecimiento de una táctica clara que conduzca exitosamente a la toma del poder.

viernes, 9 de junio de 2017

Chávez a través de sus ideas: La Democracia

La falsa dicotomía dictadura-democracia: 1992-1998.


El 4 de febrero de 1992 un grupo de oficiales del ejército venezolano se levantó contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, al tratarse de un alzamiento castrense produjo sospechas en sectores de la izquierda, sin embargo generó entusiasmo en el pueblo venezolano. Tres años antes, los sucesos desencadenados el 27 de febrero, pusieron en evidencia la crisis del sistema político venezolano. Durante aquellos días se rompió a pedradas el escaparate de la democracia venezolana, según la descripción del ex presidente Rafael Caldera. La que se presentaba como la democracia más estable de América Latina no era más que eso, un producto de exhibición al que el pueblo no podía acceder.
Desde la perspectiva formal, cualquier insurrección contra un gobierno electo democráticamente es definida como un intento de conducir el país hacia una dictadura. Después del levantamiento, su comandante pasó años denunciando esta idea, que definía como una falsa dicotomía con la cual los teóricos que sostienen a “los regímenes pseudo-democráticos de América Latina” han querido “ocultar las graves deficiencias y la degeneración de los falsos sistemas democráticos en auténticas tiranías”. El alzamiento fue una salida inevitable ante la situación nacional generada a partir del Caracazo.
A juicio del propio Hugo Chávez aquel intento fracasó en lo militar pero fue un éxito en lo político, porque según sus palabras “le dimos un golpe medular al sistema político, al sistema militar” que a la larga “abrió una puerta hacia posibilidades de una situación distinta”. Pero ¿cómo caracterizaban los soldados del 4F el sistema político contra el que se levantaron? Primero, no se diferenciaba sustancialmente de las dictaduras anteriores a esa democracia, nacida de un pacto y una traición al pueblo que movilizado derrocó a Pérez Jiménez. En ese sistema, detrás del personaje que ocupa la silla presidencial “está el mismo esquema dominante en lo económico, en lo político, la misma negación de los derechos humanos, del derecho de los pueblos para protagonizar sus destinos”.
Esas palabras de Chávez, dichas a Agustín Blanco Muñoz en junio de 1995, continúan con la descripción de un sistema que terminó de podrirse y “olía mal” desde finales de los 80. Esa década dejó en evidencia la decadencia política, pero el sistema electoral seguía funcionando, dejando al descubierto su propia incapacidad para expresar el agotamiento del modelo. Lo que si estaba claro, luego de los dos intentos de golpe y la salida de CAP del cargo era que:
En cuanto al concepto de esta democracia liberal, creo que pasó su tiempo y es un fenómeno que se presenta en algunos países con unos picos más altos que otros. Creo que es el fin también, de un paradigma, la democracia liberal y su época.
En Venezuela, la segunda mitad de la década de los 90 corresponde a la elaboración de una política alternativa a ese modelo, evitando incorporarse a él a través de la participación electoral y apostando a la construcción de un movimiento nacional para romper con el esquema político en el cual las élites son ratificadas cada cierto tiempo. Hoy, sigue siendo un modelo agotado en América Latina y el mundo, que pone a elegir entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron, o entre Hillary Clinton y Donald Trump.
La aparición de Hugo Chávez en el escenario político venezolano permitió avanzar en la construcción de un sistema distinto. Ese proceso inició con el deslinde frente al sistema liberal, que se vende como la única democracia posible. En este sentido, llama la atención que aún sin saber claramente cuál era el tipo de democracia que debía reemplazar ese esquema, proclamado todo poderoso luego del desmantelamiento de la Unión Soviética, aparecieron voces disidentes en el hemisferio sur.
Desde la salida de la cárcel, el liderazgo del movimiento MBR-200 entendió la necesidad de construir una organización nacional sólida, desde abajo, recorriendo el país y escuchando los problemas de la gente. En ese proceso era determinante la elaboración de un proyecto de transición que diera paso a un proyecto nacional a largo plazo y fuera acompañado con la consolidación de un liderazgo nacional. Esa manera de plantear la construcción hegemónica sigue vigente. Mientras aquello no sucede, las elecciones se desarrollan como una “fiesta de maquinarias electorales” para la ratificación de las élites que, junto a los poderes fácticos, tienen el control absoluto del Estado. De acuerdo con eso, Hugo Chávez fue enfático en 1995 cuando afirmó que:
Un gobierno o régimen especial, no puede ser un gobierno producto de elecciones y con acuerdos entre los poderes. Nada que intente superar ese modelo de democracia liberal, que para nosotros ya murió, puede provenir de elecciones. Sin este gobierno de transición y sin una organización popular, incluyendo el sector militar, no podrá cumplirse nunca el objetivo deseado, y se hará el rol que han hecho todos estos gobiernos supuestamente “democráticos”.
El período que va de 1995 a finales de 1997 corresponde a la construcción de ese gran movimiento nacional, un “polinomio de poder” capaz de vencer los poderes fácticos y llevar a cabo el proyecto de transformación revolucionaria del Estado. En ese período la Constituyente se mantuvo como bandera principal fuera de la vía electoral, la conformación del MVR permitió cambiar la táctica y considerar la postulación a las elecciones presidenciales de 1998. Es así que, sobre la base de la crítica a la democracia liberal y la construcción de una gran organización popular de carácter nacional, Hugo Chávez triunfa el 6 de diciembre de 1998.
Una democracia representativa, participativa y protagónica: 1999-2004.
Una vez ganada la contienda electoral se realizó el proceso constituyente, al que le dedicaremos un artículo en detalle, luego del cual iniciaron los esfuerzos para dar forma a la democracia participativa y protagónica, tal como había quedado adjetivado el sistema democrático en el nuevo texto constitucional. Sin tener en mente un modelo definido, Chávez aportó, desde un conjunto de intuiciones fundamentales, los criterios para avanzar en una democracia caracterizada fundamentalmente por su aspiración a diferenciarse del esquema liberal.

La nueva democracia parte de la transformación del marco jurídico del que surge el Estado para crear una nueva república. Pero no se trata de un proceso leguleyo, lo realmente sustantivo es la organización popular y sucedió antes de la constituyente. La organización del pueblo es el contenido fundamental de la democracia en primera y última instancia, así lo entiende Chávez cuando dice que “la democracia si no tiene pueblo es igual a un río sin cauce, a un río sin agua”, idea que desde Yare había expresado el MBR-200 cuando acuñó la sentencia “el pueblo es el combustible de la máquina de la historia”.
En la nueva arquitectura del poder se consideró la desconcentración y la incorporación de la participación protagónica como un principio democrático. Esa participación fue concebida como un medio para lograr un fin y no un fin en sí mismo, una participación vinculante que requería de instrumentos, inicialmente pensados en la forma de “plebiscitos, referendo, asambleas populares, consultas populares, iniciativas de leyes”. Entre 1999 y 2003 nos encontramos aún en el esquema tradicional de la democracia directa, aunque intentó ir más allá a través de propuestas como la elección de los jueces.
Durante ese período se defendió el principio de la representatividad. Chávez advirtió a los diputados que les corresponde como representantes mantener una relación orgánica con los representados, porque de lo contrario pasaría lo mismo que con el sistema anterior donde “no había casi contacto de los diputados o senadores con la región que decían representar y eso le quitaba fuerza y cohesión al sistema político, eso lo llevó a la muerte, eso mató la representatividad, cuídenla que es básica para la democracia.”
Esta democracia representativa, participativa y protagónica no solo es un instrumento político, es un principio trasversal de toda la sociedad, desde lo ético a lo económico. Más adelante, superar la representatividad supuso crear instrumentos para la democratización de toda la vida social a través de la participación. En función de ello, Chávez hizo un llamado a que el poder constituyente permaneciera activo y el pueblo siguiera ejerciendo la soberanía a través de él. Con el paso de los años, ese poder constituyente va adquiriendo formas concretas a través de los instrumentos que fueron pensados para que el pueblo organizado participara en la toma de decisiones vinculantes.

Instrumentos para la democracia participativa: 2004-2007.

Los círculos bolivarianos nacen a finales del 2001 y estaban pensados como espacios de formación y difusión de las ideas correspondientes a las tres raíces, de inmediato son demonizados. En el 2004, Chávez implementará los Consejos Locales de Planificación como los primeros instrumentos institucionales para el ejercicio de la participación popular. El perfeccionamiento y la creación de nuevas herramientas será un objetivo fundamental en el desarrollo de la democracia durante la segunda mitad del período presidencial, el líder piensa cómo mejorar los mecanismos a la vez que sugiere a su dirigencia no alejarse del pueblo. En el 2006 alerta que:
Ese es uno de los peligros que tenemos nosotros: que hablemos de la democracia participativa pero terminemos siendo otra cosa que cuerpos casi inertes de la misma falsa democracia representativa, que desconoce la soberanía popular, que expropia la soberanía popular, que atropella la soberanía popular.
La democracia revolucionaria que inicia en esa etapa busca una mayor participación real del pueblo. En esa época Chávez establece una diferencia fundamental entre la revolución democrática y la democracia revolucionaria, mientras que la primera “tiene un freno conservador” la segunda debe ser realmente poderosa y crecer en la medida en que avanza el proceso de transformaciones sociales. El sistema aún sigue siendo representativo pero entra en contradicciones cuando tiene que dar paso a la participación protagónica porque, como señala autocríticamente Chávez, “un gobierno encerrado en cuatro paredes tomando decisiones basado en la representación que un pueblo le dio, expropiándole al pueblo la soberanía, es contrarrevolucionario”. Salir de ese dilema supone fortalecer los instrumentos para la transición, que no se sabe cuánto va a durar, pero es necesaria. La representación no puede ser un freno para la participación. Al contrario, la participación debe asimilar en su metabolismo a la representación.
En su análisis, Chávez establece una hipótesis sobre la democracia que dice de la siguiente manera:
La democracia representativa, uno pudiera representarla como un arco. Ella tiene una etapa en la que funciona como democracia, pero así como un arco que cae. La tendencia inevitable de toda democracia representativa es derivar en un sistema de gobierno burocrático y elitesco. Pienso que es natural a ella misma, es natural al concepto. Eso hay que romperlo, hay que romperlo definitivamente y darle cada día más vida a una democracia vigorosa, participativa, protagónica, donde sea el pueblo el que tenga el poder y el control del poder.
La democracia socialista: 2007-2012
Romper con ese ciclo implica pasar a la construcción del socialismo, donde la democracia entendida como eje transversal de toda la sociedad cumple el papel más importante. A partir del 2007, en la Revolución Bolivariana y el pensamiento-acción de Hugo Chávez, el poder popular adquiere las formas más concretas, partiendo de que dentro del capitalismo no hay democracia posible, porque esta “no es el poder de la burguesía ni de las élites”. El sistema político sigue jugándose como “el reino de los conflictos” que se regulan a través de las instituciones, pero no las de las élites, sino de los instrumentos a través de los cuales se expresen las comunidades, con los cuales puedan organizarse.
El componente político del socialismo es la democracia popular revolucionaria. En el Golpe de Timón Chávez habla de “el socialismo y su esencia absolutamente democrática” diferenciándose del capitalismo que “tiene en su esencia lo antidemocrático, lo excluyente, la imposición del capital y de las élites capitalistas”. La relación es intrínseca entre socialismo y democracia porque la plena realización de esta última sólo es posible con el desarrollo del primero.
Hasta ahora hemos querido exponer los elementos de la crítica que Chávez hace a la democracia liberal, los primeros momentos en la nueva concepción de democracia que plantea la creación de instrumentos, así como el devenir histórico del proceso revolucionario que lo pone ante las puertas del socialismo y da un paso al frente. En otros artículos nos extenderemos en la idea de comunas como una expresión concreta de la democracia socialista, al igual que el desarrollo de la idea de socialismo. Por ahora los dejamos con la sentencia que Chávez hizo en 2010:
La mejor y la más radicalmente democrática de las opciones para derrotar el burocratismo y la corrupción es la construcción de un Estado comunal que sea capaz de ensayar un esquema institucional alternativo en la misma medida en que se reinventa permanentemente.



Manuel Azuaje Reverón.

jueves, 23 de marzo de 2017

CHÁVEZ A TRAVÉS DE SUS IDEAS: EL PODER

-¿Qué va a hacer ahora Comandante?
-Vamos al poder
-¿A Miraflores?
-No, yo no tengo nada que hacer ahí.
Voy a las catacumbas del pueblo.

Respuestas de Hugo Chávez a un periodista el 26 de Marzo de 1994.




Luego de dos años, hacia el final del primer trimestre de 1994, Hugo Chávez salió de la cárcel. La prensa estimulaba la idea de un candidato presidencial en carrera directa hacia Miraflores, mientras los articulistas fortalecían la imagen del teniente coronel, ahora libre, convertido en un aspirante a la silla presidencial. Pensaban que si había encabezado un alzamiento militar era porque su único interés consistía en “tomar el poder”. Pero aquel líder en consolidación ya había dejado muy claro, incluso antes, en las elecciones del año 1993, que no tenía sentido buscar el mando político del país sin realizar primero un proceso constituyente para refundar la nación. 

            Con eso en mente se dedicó de lleno a la construcción de un gran movimiento nacional, claro en sus objetivos, sólido en sus principios y con un proyecto político original. El tiempo que va desde la salida de prisión hasta el triunfo electoral el 6 de diciembre de 1998 corresponde a ese proceso de creación colectiva y fortalecimiento del liderazgo. Estaba claro que la toma del poder expresado en el gobierno era un despropósito si antes no se activaba el poder constituyente, que pertenece de manera intransferible al pueblo. En esos cinco años de recorridos por todo el país la premisa principal era que “cada uno de esos hombres y mujeres que nos están oyendo, cada uno de los venezolanos tiene un fragmento de ese poder.”

            Era necesario ensamblar cada una de las partes de ese poder que poseen los miembros del pueblo. El poder se activa con la organización a través de la cual se van uniendo esos fragmentos. En eso consiste la constitución del poder popular. Por eso era obligatorio ir a las catacumbas del pueblo para incorporar al proyecto, al movimiento nacional, a cada uno de aquellos que poniendo su parte podían activar el poder constituyente. De esa manera se activa el poder con el que se llega al poder. En 1997 Chávez expresaba lo expresaba de la siguiente manera:
           
El poder no se toma como un vaso de agua, el poder no se improvisa de la noche a la mañana; el poder, así como las montañas, así como los grandes bosques se van haciendo a mediano y a largo plazo. Nosotros en estos últimos años si algo hemos venido construyendo es un gran poder, un poder social, un poder moral, un poder efectivo para hacer realidad, en 1999, la activación del Poder Constituyente, ése es su nombre propio.

II

            Chávez comprendía la necesidad de tomar las instituciones, pero para que eso se realizara plenamente era imprescindible llegar ahí acompañado de ese gran movimiento nacional, de ese poder constituyente. Estamos ante una visión que no limita el poder a una sola de sus expresiones, sino que rompe con el antagonismo entre una concepción instrumental y una relacional. El poder tiene, al menos en la política, esas dos dimensiones, la fuerza que se activa a través de la organización popular y el uso de los instrumentos (instituciones) existentes con fines concretos ¿cuáles? Los que son determinados por el poder constituyente.

            De nada sirve “tomar” el espacio institucional del poder sin el respaldo legítimo y colectivo del pueblo activado, listo para la participación democrática; tampoco es funcional y eficiente un poder constituyente que no toma o entra en relación con las instituciones del poder constituido. Al mismo tiempo, para construir una fuerza política es necesario establecer vínculos con algunos llamados “poderes fácticos”, a esas alianzas Chávez las denominó “polinomio de poder”, donde el peso determinante para la orientación debe ser el poder popular.

            Ese “polinomio de poder” supone comprender cuáles son los factores con los que formar alianza en torno a un objetivo, que tiene que ir mucho más allá de alcanzar el gobierno, basándose en un proyecto a corto, mediano y largo plazo de transformaciones concretas. También hace referencia a una visión del poder político en construcción que no excluye establecer vínculos con partidos existentes, organizaciones e instituciones que de facto son un poder, siempre y cuando subordinen sus intereses o al menos los hagan confluir en el plan común.



            En ese proceso de construcción política es necesaria la “voluntad de poder”, término que es empleado por Chávez hacia el final de su vida, pero que ya ponía a funcionar en el período 1994-1998. Es importante hacer la diferenciación respecto a cualquier relación con la “ambición de poder”, que se utiliza para presentar a los líderes históricos de la izquierda como personajes obsesionados con la dominación. La voluntad de poder es la fuerza que mueve al pueblo y hace posible ensamblar cada uno de los fragmentos del poder que poseen. Con ella, la potencialidad del poder puede ser algo más que fuerza contenida.

Esa voluntad de poder debe tener como principio y fin la vida de la comunidad política. En el año 2011, influenciado por la lectura de Enrique Dussel, Chávez dirá que:

Poner en marcha el querer vivir es poner en marcha la voluntad de vivir, pero más allá está el poder verdaderamente. Cuando la gente tiene poder, cuando el pueblo tiene, hay que decirlo así, es porque puede poner las condiciones, puede disponer de los recursos necesarios para vivir cada día mejor.         
III

Una vez que se produce el triunfo electoral el 6 de diciembre de 1998 las dos dimensiones del poder van a encontrarse; el poder que se había activado a través de la organización política y el poder del gobierno. Es la fuerza del primero la que legitima la transformación del segundo, dando paso a todo el proceso constituyente. Desde ese momento, Chávez, ahora presidente de la República, va a generar un esfuerzo práctico y reflexivo para resolver, lo mejor que posible, las contradicciones que surgen a partir del encuentro entre esos dos espacios de ejercicio y constitución de relaciones de poder.


En el contexto de esos primeros años, el poder popular es pensado inicialmente como una fuerza fiscalizadora a través de la cual se ejerce la contraloría sobre el gobierno. Esta es la idea de la democracia participativa tradicional, donde la ciudadanía no toma decisiones directamente sino que interpela a quienes lo hacen, a través de mecanismos constitucionales. Sin embargo, el poder que se ha activado tiene una fuerza que rebasa esa concepción y su fuerza va a ser fundamental para el proceso de transformación, pasando a jugar un papel cada vez más vanguardista en el proceso.

El protagonismo de la organización popular en el fracaso del gobierno golpista en abril del año 2002 va a ser muy significativo para Chávez, quien ve la necesidad de no solo mantener esa fuerza, sino de crear espacios donde pueda expresarse con mayor impacto sobre la sociedad. El llamado a conformar los círculos bolivarianos va a ser un primer esfuerzo para mantener vivo el poder constituyente como contrapeso al poder constituido, ahora transformado a través del nuevo marco constitucional. A lo largo de los años se van desarrollando esos espacios, hasta alcanzar una primera expresión acabada en los consejos comunales.

La tensión entre los poderes no se va resolver reduciendo su comprensión a una de sus expresiones. En el pensamiento de Chávez el poder es tanto activación de la potencialidad latente del pueblo y su ejercicio en la configuración de nuevas relaciones, como una capacidad para realizar cosas, un instrumento que hace posible alcanzar objetivos por medio de un cuerpo de instituciones desde las cuales se da ese ejercicio instrumental. En el mensaje anual ante la Asamblea Nacional del año 2009 afirmará que:

El poder para nosotros es sólo un instrumento para hacer justicia y, además, un instrumento para redistribuirlo y cada día transferirle mayores cuotas de poder político, económico, al pueblo, a la mayoría, a la nación

Esta idea puede relacionarse con las visiones tradicionales según las cuales el poder reside solo en el gobierno y desde ahí se administra. Al respecto, lo primero que habría que decir es que Chávez no está libre de contradicciones, sin embargo apostamos a un enfoque que comprende ampliamente la relación entre los dos ámbitos del poder. Esos espacios no necesariamente están en el mismo nivel, la relación va transformándose y en revolución el poder popular pasa a ser el contenido que determina la acción que se realiza desde el gobierno. En términos de Chávez durante una entrevista concedida a José Vicente Rangel en el año 2012:

El poder es el pueblo, la mayor parte del pueblo venezolano me ha dado parte de su poder, porque el pueblo es el dueño del poder político, de ahí la tesis de Dussel: potencia y potestas. Yo soy sujeto de potestas, tengo potestades. Pero el poder, el sujeto del poder es el pueblo.

El poder que se activa desde el pueblo hace posible una toma coherente del poder constituido a través de la conformación de un movimiento hegemónico, es ese el poder que lleva a tomar el poder y no a que el poder te tome. Además, ese que reside en el pueblo debe ser la fuerza que mueve las transformaciones, pero a la vez, desde las instituciones se pueden transferir competencias y crear espacios donde se exprese la capacidad del pueblo no ya como potencia sino como ejercicio concreto. Es, podríamos decir, un movimiento dialéctico de creación de un nuevo poder y articulación de nuevas relaciones, para que lo que se redistribuya no sean los vicios del poder constituido sino la fuerza revolucionaria del poder constituyente.            

En esto consiste el reto principal. Se deben generar las estructuras para que la balanza de la relación esté a favor de los sectores del pueblo que participan en la toma de decisiones. Ahí continúa vigente la idea planteada por el candidato Chávez: el poder del pueblo necesita activarse a través de la organización, ella permite ensamblar las partes que le pertenecen a cada uno y que aisladas no son nada. La democracia participativa y protagónica necesita espacios para expresarse. En los espacios de participación política local no se ejerce el poder per se sino que se construye poder, se activa por medio de la participación política. Cabe plenamente la idea de que el poder no se tiene, en esos lugares, sino que se ejerce a través de su propia conformación. Chávez se referirá a ese reto de la siguiente manera:

 Formo parte de una especie de corriente de contrapoder, es decir, para no sólo debilitar, desmontar el entramado del poder, el poder clásico, el poder concentrado en unas minorías, el Estado burgués, decía hace cien años Lenin, y luego transformar ese entramado en un poder que se redistribuya en el del pueblo, la redistribución del poder. Creo que ése ha sido no sólo lema, razón, ¿cómo se dice?, leiv motiv, de mi vida desde hace unos 20 años, y sigue siéndolo, redistribuir el poder, pero un nuevo poder.

IV


Durante los últimos años de su vida, Chávez comprendió el vínculo existente entre el pueblo organizado y el ejercicio político desde las instituciones representativas, apelando a la idea del poder obediencial. Tomada de las lecturas que hiciera del libro de Enrique Dussel Política de la liberación. Volumen II, se encargó de llamar constantemente a un ejercicio obediencial del poder, que respondiera de manera directa a los llamados del pueblo y sirviera claramente a éste. Exigía a todos los candidatos y miembros del gobierno que debían “mandar obedeciendo” porque el ejemplo se da “gobernando obedeciendo”  y “es nuestro camino”. Sentenciaba finalmente que “el pueblo va a obligarlos a ello.”


Con ese espíritu, en el año 2012 se realizaron las últimas elecciones que ganó Hugo Chávez. Su campaña estuvo determinada por el llamado a la constitución de un liderazgo colectivo. Durante los 13 años de Revolución Bolivariana, las acciones para consumar el objetivo expresado en aquel gran reto generaron sus frutos. La propuesta de las comunas vino a sinterizar años de experiencias y reflexiones. Chávez apostó todo a la edificación de estos espacios, de construcción y activación del poder para su ejercicio, no como organismos donde se va a ejercer el poder sino donde se va a construir poder. De esa forma, se desarrolla plenamente la idea del poder popular, que ha sido una espina dorsal en las orientaciones para la transformación política, pasando del poder en potencia anterior a las elecciones de 1998 al poder en acción a través de la idea del Estado Comunal.

Finalmente, podemos concluir que su comprensión fue ampliándose desde unos principios básicos, hasta constituir una visión del poder en los dos sentidos expuestos. Su visión parte de la construcción hegemónica, a través de la activación, desde abajo, de la potencia contenida en el pueblo, entendiendo que solo la conformación de un gran movimiento anclado en la base, podía tomar el poder del Estado expresado en el gobierno. Apostó a ese poder como la fuerza que conduce la revolución y el sujeto protagónico de las transformaciones. Pero también entendió la necesidad de hacerse con los instrumentos del gobierno para apoyar, desde arriba, en la creación de espacios donde el poder del pueblo pudiera constituirse. Por supuesto eso devino en lo que llamó “la batalla entre el poder constituido del estado burgués y el poder popular constituyente que despertó del letargo.”. Una lucha no resuelta, pero que sigue convocando, desde la práctica, al trabajo reflexivo.

Es por eso que, hoy más que nunca, continúa vigente el llamado:

“Nos resta, siempre nos restará, profundizar en el alma colectiva y en la práctica cotidiana, con un propósito superior: la encarnación definitiva del poder popular, el despliegue de toda su fuerza liberadora, para darle sentido pleno y destino irreversible a la Revolución Bolivariana.” 

martes, 7 de febrero de 2017

Chávez a través de sus ideas: El pensamiento crítico.


El impacto del paso de Hugo Chávez por este tiempo aún no ha sido calculado. Sin embargo, no dejó nada intacto. Cerca de cumplirse cuatro años de su partida, las repercusiones de las transformaciones y los cambios recientes producen un estado general de expectativa. Pero no hay tiempo que perder, es necesario continuar con su lucha y las posibilidades que ésta abrió. Debemos volver sobre sus pasos para comprender quién fue y qué somos después de él. Una de las tareas pendientes corresponde al estudio de sus ideas, sumar esfuerzos en ese sentido es el objetivo se propone este espacio, aspirando a la discusión y al intercambio necesarios.

Las ideas de Chávez fueron determinadas por acciones y ese es nuestro punto de partida. El 4 de febrero de 1992 se dio a conocer gracias a un acto radical y arriesgado, que consolidó con aquellas palabras dirigidas a todo el país. Con un “por ahora”, selló para siempre aquella rebelión, y prendió el motor de la historia. Esa relación entre acción y discurso será definitiva en su manera de presentar y articular las ideas. Por eso, iniciamos este proyecto analizando el  discurso en la I edición del Premio Libertador al Pensamiento Crítico[1] y la concepción de éste que ahí desarrolla. Aquel premio fue creado por el gobierno bolivariano en el año 2005, con la intención de promover lo mejor del desarrollo teórico comprometido con la emancipación de los pueblos. A mediados del año siguiente se llevó a cabo el acto de entrega.  

lunes, 26 de septiembre de 2016

El venezolano no es, el venezolano está siendo

Bandera de Venezuela

Con demasiada frecuencia aún decimos, o escuchamos decir, que el venezolano es flojo, vivo, corrupto, tramposo y egoísta, que quiere todo fácil. Pocas veces nos damos cuenta de que al hacerlo, hablamos de nosotros mismos y nunca nos preguntamos por qué es así, mucho menos si realmente las cosas son de esa manera. Hemos asumido que esos comportamientos negativos están insertos genéticamente en los habitantes de este país, que se trata de una naturaleza. Cada vez que lo hacemos reproducimos un mensaje ideológico, nos convertimos en agentes contra nuestra posibilidad de cambiar.

La ideología tiene el objetivo de mantener el poder de la clase dominante sobre el resto de la sociedad. Para ello debe hacer pasar los intereses particulares de esa minoría como si se tratara de los intereses de toda la sociedad. Las ideas, conceptos y visión de mundo de los dominadores se deben vender como si pertenecieran a todos, como si correspondieran a una situación natural/universal y no particular.


En Venezuela la operación ideológica más exitosa ha sido la destrucción de la autoestima de los miembros de esta sociedad, inicialmente a través de un discurso que toma ciertas conductas negativas y las hace pasar como si corresponden a todos y luego logrando que cada uno se convierta en una caja de resonancia de ese mensaje “el venezolano es…”. Resulta difícil encontrar a una persona de otro país que con tanto desprecio se refiriera a sus compatriotas y al final a sí mismo. Por supuesto, la visión del venezolano inútil y corrupto ha sido reforzada por los aparatos ideológicos; televisión, cine, literatura, música, entre otros.


Un procedimiento fundamental para la ideología hasta ahora, ha consistido en universalizar experiencias negativas, juzgando a través de unas cuantas a todas las que pudieran ser similares. Si un proyecto o un proceso no funcionaron en un caso significa que es imposible que funcionen en general, porque “el venezolano es…”. De ese modo se naturalizan comportamientos, se generalizan asumiendo que se trata de una actitud natural que responde a una conducta a la que estamos condenados. Nunca se procede del mismo modo con los casos en los que sí han funcionado las cosas, donde las experiencias han sido positivas, o donde el comportamiento es contrario a esa descripción negativa.


Llama la atención que a pesar del esfuerzo con el que nos encargamos de afirmar y reiterar con frecuencia que el venezolano es flojo y tramposo por ejemplo, casi nadie es capaz de asumirse de esa manera. “Sí, el venezolano tiene esas características, pero yo no”. Basta preguntar a quien venga exponiendo esas ideas si se considera a sí mismo de esa forma, para encontrar una respuesta negativa. “Sí, el venezolano es corrupto, pero no yo, ni usted, es ese venezolano, aquel”. Al final, indudablemente termina afectando e incluso determinando el modo como nos vemos en tanto sociedad.


Todo esto no quiere decir que no existan personas egoístas, flojas, corruptas o tramposas en Venezuela. Pero decir que se trata de nuestra forma de ser y que todos somos así, porque ciertas personas (muchas o pocas) se comportan de tal manera,  es caer en un procedimiento falaz e ideológico. El comportamiento de los miembros de una sociedad debe comprenderse siempre a partir del desarrollo histórico de las relaciones que se producen en su interior, no existen determinismos esencialistas, formas de ser naturales y universales para todos los que les toca vivir en ella.


El venezolano no es, está siendo. No se trata de enredar la cosa con filosofadurías, difícilmente se puede englobar a más de 30 millones de personas bajo una características o algunas pocas enumerables, tampoco somos una esencia fija, que se manifiesta en un todo “la venezolanidad” y al mismo tiempo en cada venezolano. Estamos siendo porque somos el producto de una formación histórica y social determinada, compleja, que tiene elementos fijos y componentes cambiantes. A partir de los modos como hemos creado, reproducido y mantenido la vida, venimos siendo.


En ese sentido, es fundamental reconocer que durante casi cien años hemos tenido, sostenido y extendido un modo de producción de la vida basado en la renta que produce la venta del petróleo en el mercado internacional. Es decir, el modelo económico rentista ha generado unas determinadas relaciones sociales de producción de la vida, que se expresan en cada una de sus dimensiones. Este modelo no es sólo económico, tiene su correlato en todas nuestras acciones, va creando una mentalidad. Si alguna vez fuimos hombres y mujeres de maíz, hoy somos hombres y mujeres de petróleo[1]. Por supuesto, esas relaciones y la mentalidad que conlleva también tienen un carácter histórico, se pueden transformar, el reto consiste en llevar a cabo esa transformación.


Si acaso el venezolano es, no es más que un instante en lo que viene siendo, ese espacio que conecta lo que fuimos con lo que seremos. Estamos cambiando permanentemente, poco o mucho, lento o rápido, pero cambiando, no hay nada a lo que estemos condenados a ser, ni nada que irremediablemente no podamos transformar. Quien no sea capaz de liberarse de las ideas dominantes que durante años nos han impuesto, que no intente luchar.


Notas

* Reconocemos la importancia de un lenguaje de género, inclusivo, donde no se universaliza el género masculino. Pero en esta ocasión para mantener la claridad de lo que deseamos indicar nos mantendremos bajo un esquema tradicional. Cuando nos referimos a “el venezolano” también hacemos referencia a las venezolanas.

[1] Expresión tomada del trabajo de Emiliano Terán Montovani “El fantasma de la gran Venezuela”

viernes, 16 de septiembre de 2016

¿El problema es comunicacional?




Hace tiempo identificamos un nudo problemático en el tema comunicacional. En general hay consenso en que uno de los problemas de la Revolución Bolivariana es ese. El domingo 11 de septiembre el Presidente Nicolás Maduro presentó la revista de los Clap. El órgano divulgativo de los Consejos locales de abastecimiento y producción fue bautizado como “el eje de la construcción de un movimiento comunicacional”. A su vez se afirmó que “el hecho comunicacional es el centro de batalla que hay que ganar con todas las acciones de gobierno”. Este acto es una buena excusa para preguntarse si efectivamente eso es así. ¿El hecho comunicacional es el centro de la batalla? 

En los últimos años el conflicto social ha recibido distintas denominaciones desde el enfoque de los nuevos métodos de intervención extranjera. Si antes fue la “guerra de cuarta generación” ahora se trata de la “guerra no convencional”. Términos tomados de la doctrina militar norteamericana. En ese contexto ¿Dónde queda la lucha de clases? Parece que simplemente se cambia el nombre a las cosas, confundiendo y desgastando el discurso político. La lucha de clases expresa el conflicto histórico entre quienes poseen los medios de producción y quienes lo único que tienen es su fuerza de trabajo.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Ahora sí me iría demasiado

Graffiti en la calle dedicado a Caracas Ciudad de Despedidas.
Caracas ¿Ciudad de Despedidas?

Sólo han pasado cuatro años desde el lanzamiento del trabajo de clases y testimonio personal llamado Caracas Ciudad de Despedidas. Es probable que cuando cumpla la década se realicen homenajes y retrospectivas. Sin duda, pertenece a los documentos para el estudio de la historia reciente. Bueno, está bien, tal vez exagero, pero el punto es que no ha quedado en el pasado. Tras convertirse en un video viral de internet, su título fue sustituido por la frase más memorable que hay en él: “me iría demasiado”.

Hoy, ya no causa tanta gracia, porque irse es un asunto muy serio. Mas allá de los usos y abusos mediáticos o politiqueros, la emigración es un problema cercano para todos. Dejó de ser el capricho de unos niños del "este del este". Cuando salió, la mayoría de las reacciones fueron negativas, sin importar las posiciones políticas. Ya nadie se toma el tema a la ligera, al contrario, aparecen personas que se identifican con aquellos testimonios, los que dicen “me voy demasiado”, “me fui demasiado” o “ahora sí me iría demasiado”.